Fue tema central en los últimos días el discurso que dio el Presidente Lacalle Pou ante la Asamblea General el pasado jueves. Fue, como ya lo ha hecho anteriormente, una especie de rendición de cuentas de lo que ha hecho el gobierno que encabeza y lo que le queda por hacer, a tres años de haber asumido, o a falta de dos años de dejarlo, como usted prefiera. Aunque decirlo de una manera o de la otra, trae connotaciones muy diferentes, sobre todo porque la segunda involucra más una proyección de futuro, que no solo tiene que ver con lo que se pueda llegar a concretar o no en los próximos dos años, sino también con lo que este gobierno pretenda hacer para retener el poder en manos de la coalición multicolor.
Pero vayamos al punto, al discurso del jueves. A nuestro entender, hay algo que queda muy claro al escuchar al Presidente, y es que ni todo es una maravilla, ni todo está mal. El mismo Lacalle Pou dejó entrever, en un destacable gesto de autocrítica, que no todo está bien. Y vaya que tiene razón.
Veamos algo sobre la forma del discurso. Recuerdo cuando hace varios años, tuve la oportunidad de participar de una jornada académica dictada por Adolfo Elizaincín, Doctor en Lingüística, donde (entre otros temas de su especialidad) habló de los discursos con intención persuasiva, es decir, los que habitualmente utilizan los políticos, los que se emplean en los debates, los que solemos usar los periodistas cuando expresamos una nota de opinión donde prevalecen los argumentos a favor o en contra de una idea, etc. El académico hablaba de cuatro puntos esenciales que deben ser la clave en esos discursos y pueden resumirse así: A- Elevar mis cosas buenas; B- Minimizar mis cosas malas; C- Elevar lo malo de quienes están en la vereda de enfrente (por ejemplo del gobierno anterior, hoy oposición); D- Minimizar lo bueno de quienes están en la vereda de enfrente. Pues, en gran medida, a ello se ajustó el discurso que escuchamos el jueves, y era lógico que así fuera, así lo hubiera hecho cualquier presidente, era lo esperable. ¿O alguien esperaba otra cosa? Claro, por supuesto que inmediatamente salieron personas públicamente a decir que esperaban otra cosa, pero creemos que lo hicieron por uno de estos dos motivos: tener demasiadas expectativas en que el Presidente demostrara que todo está perfecto; o simplemente criticar una gestión aprovechando que de alguna forma el disertante se las ofrecía resumida en un discurso.
Entendemos -insistimos- que fue un discurso esperable. Más aún si consideramos que Lacalle Pou es muy hábil en todo esto. Es, ni más ni menos, que un hombre que -literalmente- desde que nació comenzó a preparase para ocupar el cargo que ocupa hoy. Pero además, es un político joven, seguro que va a estar siempre apostando a retener el poder, es más, tal vez a volver a ser Presidente en 2030.
De ahí que muchos han salido a criticar que fue un discurso “electoralista”. Pensamos que, más allá que eso esté bien o mal, siempre va a ser así, venga de quien venga el discurso, porque todos -sean del color político que sean- manejan muy bien el ABCD del que hablábamos en párrafos anteriores.
Un famoso Presidente de los EEUU decía -palabras más, palabras menos- que los objetivos de un político tienen que ser dos: primero ser electo y después ser reelecto. ¿Y usted cree que Lacalle Pou no piensa en eso? Entonces, y volvemos a reiterar, obviamente hay cosas que no las iba a decir, como no las hubiera dicho ningún presidente que hubiera estado allí, de ningún color político. Menos un Lacalle, tan formado para esto.
Ahora dejemos un poco de lado la forma -aunque es difícil separarla en estos casos-, y vayamos al contenido, a determinada parte de él al menos. Y allí, fue tema central la baja de impuestos que se anunció. Creemos que, en primer lugar, es una medida que debe aplaudirse. Como aplaudió ese anuncio incluso un grupo de frenteamplistas que embanderado se manifestaba frente al Palacio Legislativo, y cuyo comportamiento nos parece digno de destacar; se comportaron muy bien, y no fueron a decir que todo está mal, sino que hasta aplaudieron algunos pasajes del discurso.
Ahora, ¡cuidado!, yo aplaudo la baja de impuestos pero sin olvidarme todo lo que han subido los impuestos en estos tres años, y los combustibles, y los comestibles… Reconocer esta baja que va a haber está perfecto, bueno sería que no lo hiciéramos, pero no olvidemos que recién estaríamos empezando a recuperar algo de todo lo perdido, ¿verdad?
¿Tiene este gobierno otras cosas que merecen aplausos? Sí, claro, incluso algunas que no mencionó el Presidente, por ejemplo que los intereses en los créditos para las cooperativas de viviendas bajaron (en un hecho histórico) del 8% al 2% aproximadamente (no olvidemos la caravana de festejos que esto desencadenó en Salto el 26 de diciembre pasado). ¿Y cosas para reprocharle? Por supuesto que también, lo decíamos al comienzo, no está todo bien ni todo mal. Y acabamos de mencionar algunas subas que realmente han dolido. Claro, ya que estamos, no olvidemos tampoco que muchos de los impuestos que se fueron a las nubes son del gobierno departamental, es decir con valores manejados exclusivamente por la Intendencia.
Digamos por otra parte que nos parece bastante insólito que el Frente Amplio se queje porque trabajadores y jubilados vayan a verse aliviados con una rebaja impositiva. Podrá ser insuficiente como dicen, está bien, pero hay que aceptarla sin dudarlo, bienvenida sea. De hecho la van a aceptar, estamos seguros que los legisladores de la oposición van a votar a favor de estas rebajas en los impuestos, en el IASS y en el IRPF, impuesto al trabajo que no está de más recordar que fue creado por el propio Frente Amplio. Sin embargo se escuchó a varios altos dirigentes frenteamplistas manifestándose contrarios a la rebaja. Parece broma, pero no lo es: ¿están en contra de reducir impuestos? Sí, aunque cueste creerlo.
El ex Presidente Mujica por ejemplo, en cuya administración los despilfarros fueron moneda corriente y las pruebas están a la vista de quien quiera verlas, criticó la propuesta de rebaja de impuestos. Dijo que era algo «demagógico». En este caso (que quede claro: en este caso) por mí que sea todo lo demagógico que quiera, mientras alivie el bolsillo del trabajador. Pidió Mujica que Lacalle Pou no sea «tacaño» y se acuerde de los «pobres». Claro, se refiere a que esta rebaja es para quienes ganan unos 40.000 pesos al mes. Pero, ¿usted cree, Sr. Mujica, que aquel hogar en el que hoy ingresan 40.000 pesos es un hogar rico? Yo al menos estoy convencido que no, me basta para comprobarlo observar el precio de los alquileres, de UTE, de OSE, de ANTEL, de la carne, de los medicamentos…
Otro dirigente que criticó el discurso presidencial fue el Senador Mario Bergara. Dijo que esa rebaja de impuestos tiene más de intencionalidad electoral que de buena administración. “Chocolate por la noticia”, Bergara, ya lo dijimos: siempre hay detrás del discurso persuasivo de un político una intencionalidad electoral, como la que tiene en sí misma esa crítica que usted hace. Pero además, parece olvidarse el Senador, que él fue parte de aquellos despilfarros. ¿O no fue nada menos que Ministro de Economía en parte del gobierno del FA? ¿Y qué pasó con los impuestos en ese tiempo? ¿Bajaron? No, siempre subieron, y es un dato de la realidad. no una opinión
También Danilo Astori opinó, y también en contra de la rebaja anunciada. Pero usted, Astori, por un lado fue el creador del IRPF; y por otro lado, ¿ahora sale a decir que la reducción de impuestos afectará el gasto público? ¡Usted dio el visto bueno a todo aquello que ocurrió -en lo que no vale la pena volver a ahondar- con Pluna, con Ancap, con la regasificadora…! No podemos olvidarnos que fueron millones y millones de dólares que, luego de recaudados, “se volaron”. ¿No había allí preocupación por cómo se afectaba el gasto público?
En conclusión, aunque daría para seguir escribiendo varias páginas más, desde que tenemos memoria todos los gobiernos han creado y/o subido impuestos. No escapan a ello el del Frente Amplio durante 15 años y el actual de la coalición multicolor. Y además, todos han prometido rebajas que nunca hicieron. Ahora habrá una rebaja importante, que como ya dijimos, no compensa lo que hemos perdido, pero de ahí a rechazarla, no, no nos parece adecuado. Al contrario, bienvenida sea.