Esto ya está. Yo ya perdí Pasemos esta etapa lo mejor posible”, le habría confesado Luis Alberto Lacalle a sus seguidores más cercanos, tras el resultado de la primera vuelta electoral en octubre último.
Más allá de las dudas que puedan existir sobre la veracidad de algunas de las afirmaciones del libro “La Derrota”, recientemente publicado por el periodista Martín Pintos, Jefe de la Segunda Edición de Índice 810 (radio El Espectador), entendemos que esto revela que en realidad el sistema de “ballotage” o segunda vuelta en las elecciones uruguayas necesita un ajuste razonable, para evitar esfuerzo y costos innecesarios.
Por ejemplo, cuando la cifra a alcanzar para llegar a un 50% es tan ínfima, no se justifica que se vaya a una segunda vuelta.
Hay en la región otros sistemas que así lo establecen y de hecho esta posibilidad se anula en estos casos.
Entendemos que por estrategia política o en el entendido que un retiro puede acarrear consecuencias nefastas para un partido político. En cambio si se ha establecido debidamente de antemano, no sería necesario este abandono.
Este es otro de los elementos que demuestra la necesidad de revisar el sistema electoral uruguayo para establecer los límites razonables que correspondan.
Siempre vimos con buenos ojos el hecho de asegurarse de que la fuerza gobernante llegue al poder sabiendo que cuenta con la aprobación de la mayoría de la ciudadanía.
En este sentido nos hemos pasado de un extremo al otro. Desde la Ley de Lemas, que permitía llegar a la presidencia de la república, por ejemplo, sin alcanzar mayorías absolutas y con menor caudal electoral – dentro del lema más votado – que otras listas de distintos partidos, nos hemos ido al extremo opuesto, nadie puede llegar a ejercer la presidencia sin demostrar que cuenta con la aprobación de la mayoría absoluta del colegio electoral.
Lo que no quiere decir que haya que alcanzar un número matemático del cuerpo electoral, sino una mayoría clara y absoluta.
Este es otro de los motivos que justifican la reforma del sistema electoral. Nadie sabe aún a ciencia cierta si en esta ocasión se podrá proceder a la renovación de los integrantes de la Corte Electoral, quienes tienen en sus manos muchas de las posibilidades de cambiar algunos aspectos que se han establecido respondiendo a una situación ya vetusta, que hoy no tiene razón de ser.
Las elecciones municipales, en lugar de la habilitación del voto cruzado, fuera de los lemas específicos, es otra aberración. Quita transparencia al sistema, impide que el ciudadano pueda votar libremente a la persona que considera la más indicada para la gestión gubernamental, sin las antojadizas ataduras de los lemas. Persistir obstinadamente en esto llevará a un brete, el mismo que representa hoy el sistema de segunda vuelta, también a las elecciones municipales.
Es hora de asumirlo. Al menos así lo vemos nosotros.