POR JORGE PIGNATARO
8 de noviembre
En general hay coincidencia en que la primera fundación en territorio de Salto fue el fuerte español de San Antonio del Salto Chico, el 8 de noviembre de 1756. También se entiende, más allá de la existencia de varias teorías, que Salto comenzó a formarse como ciudad (categoría que toma el 8 de junio de 1863) a partir de un campamento militar portugués en 1817. Esta página de EL PUEBLO decide hoy, cantar en la voz del poeta Juan Silva Vila (nacido en 1908):
CANTO A SALTO
I
El río indio te moja
los flancos de yunque y seda.
Los naranjales encienden
el color en las praderas.
Y entre la canción del agua
oída en profundidades
y el himno frutal del árbol
que clava sus verticales
y tira música al aire,
y nos perfuna la carne
con sutiles azahares,
pasa la vida salteña
que asciende desde la gleba,
raíces tiene la tierra,
hasta el fulgor de la estrella,
raíces tiene en el cielo
donde los sueños se prenden
como colores en vuelo.
II
Por el camino del río
surgieron los regimientos
de los hombres extranjeros
que arribaron a tus playas
para ganar tierra adentro
y establecer un dominio
que trajo el dolor primero
mientras la raza forjaba
el alma en metal eterno.
Dulces nombres guaraníes
bajo el invasor gimieron
la canción de sus vocales
con eco triste en los cerros.
Se adueñaron de las selvas
las criollas montoneras.
Vibró el alma de la tierra
en guitarras lastimeras
que pulsaron payadores
musicalizando penas
y fue una flor la esperanza
cultivada hasta en la ausencia.
Después los gauchos de Artigas
el caudillo de la patria,
llegaron a tus riberas,
y en un vivac sin testigos,
más que el cielo y las estrellas,
tejieron sueños de gloria
por la ansiada independencia.
III
Antes, los indios bohanes
clavaron rústicas tiendas,
y en piraguas silenciosas
que eran ceibos ahuecados,
surcaron el río grande
sin temor a las tormentas,
mientras hundían sus ojos
por la belleza asombrados,
en el paisaje del río
de los pájaros pintados.
Nadie pudo, río arriba,
llevar las naves audaces.
Lo impedía la cascada
con sus murallas de hierro,
esparcidas en desorden
de geológica catástrofe,
cayendo siempre sobre ellas
una lluvia de cristales,
enloquecidos y frágiles,
verdes, grises y ambarinos,
rebrillando en rocas ásperas
decoradas por los potros
indomables de la espuma,
que forja mil obras de arte
y en el momento se esfuman.
IV
Campamentos de una noche,
que se fueron prolongando,
transformándose en moradas,
simiente de los poblados;
ranchos, los de tierra erguida,
que en la costa se agruparon
y en los que corrió la vida
por los cauces firmes y anchos
mientras la raza forjaba
nativos perfiles gauchos.
El tiempo camina raudo
para los pueblos que buscan
la libertad como un lauro,
y en el siglo diez y nueve
los horizontes clarearon,
pobláronse las cuchillas
con decididos centauros
y las lanzas de tacuaras
hicieron sombra en los llanos
encendiéndose los pechos
de anhelos republicanos.
Albergaste todo el pueblo
antes del éxodo amargo.
Tu destino fue signado
por el bíblico pasaje
y fuiste para el caudillo
última visión del pago.
Sobre las rocas del Salto,
estatuas se anticiparon,
de los hombres que en la marcha
iban la patria llevando;
y en las proclamas heroicas
que al viento lanzara Hidalgo
tu nombre, punto de cita,
fue santo y seña en los labios.
Crecían los rancheríos
no lejos de la cascada,
mujer que siempre despeina
sus cabelleras de plata;
y fue surgiendo la villa
como una ambición del agua,
como un orgullo del llano.
nido entre el río y el árbol
que te dieron las canciones
de resistencia y de fuga
de las que te enamoraste
y llevas entre los labios
con fresco sabor de cántaros.
Diéronle tu bello nombre,
a extensa zona de campo,
frontera dulce de ríos
y de colinas con pájaros,
región salteña que luces
en tu primer centenario,
conquistas, las más fecundas,
prestigios, los más preclaros.
(…)
JUAN SILVA VILA