Corría el año 2004 cuando empezó a crearse la Casa Quiroga en nuestra ciudad, ese Museo-Mausoleo-Centro Cultural que está donde estaba la Escuela Nº 78 y que actualmente despierta tanto interés en delegaciones no solo de estudiantes de nuestro departamento, sino de otro tipo de público de todo el país y de permanentes excursiones (claro que ahora de modo muy menguado por la pandemia) que llegan desde los más variados países del mundo.

La creación se hizo durante uno de los gobiernos (el tercero y último: 2000/2005) del Intendente Esc. Eduardo Malaquina, en cuya administración existía el «Área de Acción Social y Cultural». Lo señalamos porque alguien puede razonar: qué bien funcionaría el área de «Cultura» de la Intendencia de Salto en esa época como para logar una obra de esa dimensión. De hecho es lo que muchos piensan y sobre lo que una y otra vez preguntan, sobre todo visitantes que llegan, como hemos dicho, desde tan diversas partes. Y nadie duda que funcionara bien. Pero es bueno aclarar, no es un dato menor, que entonces no había «Área de Cultura» ni mucho menos «Dirección de Cultura». Reiteramos: era «Acción Social Social y Cultural». Y allí, en 2004, estaba al frente Lewis Rochón Sarutte, a quien parece que aún hoy vemos trabajando en Casa Quiroga, pero trabajando él, personalmente, y en todo lo que fuera necesario: desde escribir una nota hasta colocar clavos en la pared.
En definitiva, hoy, cuando tanto se habla y tanta gente se lamenta de que ya no tenemos en la Intendencia una Dirección de Cultura autónoma porque ahora se ha fusionado con Turismo y en pocos días -cuando vuelva a asumir el cargo Andrés Lima- pasará a ser parte de Desarrollo Social, hay que recordar que igualmente se pueden hace muchas cosas. Hay que recordar que no es condición excepcional la de esa autonomía para alcanzar logros importantes.
Veamos el lado opuesto para confirmar lo que venimos tratando de demostrar, es decir que el hecho de que Cultura goce de autonomía, no es en absoluto garantía de una buena gestión. Teniendo una Dirección de Cultura separada de las demás, en estos últimos cinco años Casa Quiroga no tuvo ningún incremento a su acervo museístico, salvo algunos agregados de efectos sonoros y luminosos, más para llamar la atención que para aportar al conocimiento de quien llegue a visitarla. Tampoco se logró hacer algo productivo con el abandonado Museo Histórico. Pero además, en gran medida se desmanteló la batería de talleres artísticos que pocos años antes (gobierno de Coutinho y con Garet en Cultura) habían colocado a Salto como el departamento con más cantidad de talleres artísticos en el país, incluso con algunos muy poco usuales (como el de Mímica y Clown o el de Música Académica). Eran talleres orientados por docentes de primer nivel que habían accedido a esos cargos por concurso en cuyo tribunal evaluador participaron personas ajenas a la Intendencia (Guarino, Rolón, Amalia Zaldúa, Arbeleche, etc.). Sin embargo a varios se los dejó ir hasta sin explicación alguna (como es el caso de Raúl Rodríguez Da Silva, director teatral de distinguida trayectoria internacional), y en los casos en que se repuso un docente, fue en general sin concurso mediante. Y podríamos seguir enumerando «caídas»…
Por ejemplo, ¿por qué se dejaron morir los Rincones de Lectura creados en localidades del interior con una importante cantidad de libros con lecturas de los más variados temas? Con el Museo de Arqueología, ¿nada pudo hacerse para seguir manteniéndolo? En fin…Damos por descontado tanto la capacidad como la buena voluntad de quien estuvo al frente del área este tiempo, maestro Jorge de Souza, pero debemos decir –y creemos que hasta él mismo estará de acuerdo- que su gestión estuvo obligada a ser mucho más tendiente a «acompañar» que ha «generar», más inclinada a «articular políticas culturales con otras instituciones» (como gustan decir muchos) que ha promocionar cosas desde la Intendencia. Y es en ese «acompañar» lo que otros proponen, casi por compromiso institucional (¿y a veces político?), que se cayó muchas veces en respaldar eventos muy alejados en nivel y calidad de lo que –entendemos nosotros, claro- debería promocionar nada menos que una Dirección Departamental de Cultura. Se perdió de vista aquello fundamental que es jerarquizar contenidos.
Pero volvemos a Casa Quiroga, tomándola como símbolo de nuestra cultura y de lo que ha podido hacerse desde la Intendencia. Hace una semana escribíamos en estas páginas: «Es de destacar en ese proceso el decidido apoyo de los Intendentes Eduardo Malaquina (en cuyo gobierno se inauguró la Casa), Ramón Fonticiella (que entre otras cosas conformó una Comisión Honoraria y es en su gobierno que, por ejemplo, se crea la Sala Marosa) y Germán Coutinho (que impulsó importantes avances como la creación de una Sala de Traducciones, una Sala de Escritores Salteños y un completo mejoramiento del Auditorio, además de la realización de valiosos eventos artísticos). Si un elemento en común tienen los tres eslabones mencionados es precisamente la figura del profesor Leonardo Garet, que fue designado por Malaquina para planificar y supervisar lo que sería la casa, luego elegido por Fonticiella para ser el primer presidente de la flamante Comisión Honoraria y más tarde nombrado por Coutinho como Director Departamental de Cultura».
Vale destacar que corresponde al maestro Ramón Fonticiella el mérito de haber dotado al Área de Cultura de independencia dentro del organigrama municipal. La separó de las demás áreas y puso a su frente un equipo encabezado por Denis Dutra, que más allá de diferencias naturales que pueda tenerse con lo que fue su gestión, debe reconocerse ante todo que tenía claro su objetivo, sabía adonde apuntaba su trabajo y, al fin de cuentas, le hizo mucho bien a Salto. Si pensamos en esa gestión cultural que podríamos llamar Fonticiella-Dutra, no puede ser olvidado el decidido apoyo a la publicación nada menos que de una colección de veinte tomos que recoge la literatura salteña de ayer y de hoy, hablamos de la Colección Escritores Salteños que elaboró Garet y en la que colaboró el Centro Comercial, y que si bien surgió en tiempos del Intendente Malaquina, tuvo con Fonticiella un fructífero desarrollo. O lo que se hizo en 2006 como celebración por los 250 años de Salto: espectáculos musicales de primer nivel, concursos literarios, publicación del libro Nomenclátor de Salto, etc., etc. Son cosas que quedan, que perduran y si bien, quizás, no haya nada más inmaterial que la educación y la cultura de un pueblo, si bien nada quizás requiera más tiempo y paciencia para que empiecen a verse los frutos que la educación y la cultura, eso no debe ser nunca la permanente excusa para la negligencia y la falta de creación.
¿Acaso no tiene valor un Ateneo restaurado? ¿O un Museo Prati por fin acondicionado respetando sus obras? ¿No es importante que se hayan incorporado a Casa Quiroga butacas para realmente tener un Auditorio de buen nivel, o que se haya creado allí una Sala de Traducciones con libros de Quiroga traducidos a dieciocho lenguas, o un Espacio Peloduro? ¿No es bueno que quien busque algo sobre cualquier escritor salteño sepa que cuenta con una Sala de Escritores Salteños? Todo esto se hizo, una pena que no se mantuvo en las condiciones que debiera haberse hecho ni se lo hizo crecer. Y son todas cosas materiales, que también son importantes. Allí está lo trascendente.
Al fin de cuentas, los párrafos anteriores quieren demostrar que si bien ya no habrá en Salto –al menos por los próximos cinco años- una Dirección de Cultura autónoma e independiente, al menos de nuestra parte hay esperanzas en una buena gestión.
Aún nos falta conocer quiénes estarán tomando el timón de esta tarea, y sobre todo con qué ideas llegarán. Por ahora solo decimos que las esperanzas están y que seguiremos el asunto de cerca. El tiempo dirá.
Contratapa por Jorge Pignataro