Este pasado viernes se cumplió un año más del nacimiento de una de las principales figuras de la historia nacional: Fructuoso Rivera. Salto le rinde honor con una calle que lleva su nombre: nace al finalizar la cuadra del 100 de Costanera Sur Tomás Berreta, a escasos metros del popularmente conocido como «puente de la morcilla», y se extiende hacia el Este hasta calle Oficial 3°. Su nombre data del año 1899; anteriormente se llamó Cuareim.
Fructuosa Rivera nació en 1789. Fue de los primeros en ingresar en las filas de los revolucionarios de 1811. Recibió de Artigas el grado de Capitán, comandante y luego el de coronel.
Cuando se produjo la invasión portuguesa estuvo al frente del Este, siendo derrotado en India Muerta. En 1820 depuso las armas y llegó a un acuerdo con Lecor. Formó parte del Congreso Cisplatino y las autoridades portuguesas le dieron el mando de importantes fuerzas militares.
En 1825 adhirió al movimiento iniciado por Lavalleja. Venció en Rincón y comando el ala izquierda de las fuerzas que vencieron en Sarandi. En 1826 se retiró de la Provincia y marcho a Santa Fe.
En 1828 volvió a la lucha con la campaña de las Misiones. Fue fundador del Partido Colorado y desde 1830 a 1834 desempeñó el cargo de primer Presidente Constitucional de la República. Falleció el 13 de enero del año 1854.
Delmira
Y de la poeta Delmira Agustini se cumplió un nuevo aniversario también hace pocos días. Había nacido en Montevideo el 24 de octubre de 1886.
Perteneciente a la época de oro d ela literatura uruguaya, es decir a la Generación del 900, en su caso solo tres libros publicados (“El libro blanco” en 1907, “Cantos de la mañana” en 1910, y “Los cálices vacíos” en 1913), más otros póstumos, fueron suficientes para darle un lugar de alto privilegio en la poesía latinoamericana.
Falleció, muy joven, el 6 de julio de 1914, asesinada por su ex esposo.
En Salto, aunque muchos le siguen llamando “12 metros”, existe una calle que lleva su nombre, en el corazón del barrio Salto Nuevo, muy cerca de la Plazoleta Benito de Paula.
EL INTRUSO
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura,
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.
¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si tú duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
Y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!