Uno de los problemas que enfrenta la educación en nuestros días es la caducidad del rol que hasta años atrás jugaba la familia en cuanto al inicio de la educación del niño, porque sin lugar a dudas que la educación comienza en casa antes de llegar al CAIF o al Jardín de Infantes o a lo sumo al mismo tiempo.
La esencia en estos primeros pasos era la lectura en casa, tanto por parte de abuelos, como de padres y hermanos mayores. De esta forma el niño no sólo iba aprendiendo a leer correctamente – aspecto que según nos hacen saber educadores de hoy es bastante inusual – sino que además aprendía a disfrutar y conocer el placer de una buena lectura que le ayudaba a conocer, a aprender, a comprender y sobre todo estimulaba su imaginación para enfrentar situaciones adversas que seguramente se le presentarían en la vida mas adelante.
Dormirse luego de compartir un buen cuento, una historia o una leyenda leída por un familiar o una persona mayor era y es un momento muy placentero.
¡Cuanta riqueza fomentaba este vínculo!
Sin embargo hoy es muy difícil hallar una sola persona mayor que asista al reposo de su hijo con una “tablets” en la que le lea para que se duerma. Es que generalmente en los casos que conocemos el niño usa el aparatito para jugar o mirar imágenes. La lectura ha quedado de lado.
Y esto no tiene una solución individual, sino que la misma debe ser comunitaria. Si algún niño sigue siendo criado y enseñado de acuerdo a las normas de otros tiempos, corre el riesgo de ser estigmatizado y señalado como “diferente”, “tragalibros” o similar y de allí al denominado “bullying” o acoso hay una distancia muy corta.
Es necesario que volvamos a valorar la lectura y sobre todo la lectura en los libros de papel, porque nada iguala la riqueza que estos nos confieren.
Lamentablemente la nuevas tecnologías nos han distanciado y hemos perdido en buena medida este valor.
Hoy 26 de mayo “Día del Libro”, es una buena fecha para repensar lo que estamos haciendo y para visualizar el camino correcto, el que pasa por los libros y por la palabra escrita, elemento esencial como soporte de la educación.
Recuperarla y valorarla como un bien precisado a defender por parte de toda la comunidad debería ser una de las tareas prioritarias,mientras no lo asumamos así, no nos quejemos de las consecuencias que tiene luego los defectos de una mala educación o de un camino errado.
¡No lo olvidemos!