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Diario EL PUEBLO digital
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Que el hombre es la peor amenaza para la vida sobre el planeta no es nada nuevo y las acciones del máximo depredador constituyen el problema más serio para la preservación ambiental.
Lo testifican 100 millones de toneladas de desperdicios plásticos que han sido arrojadas a los océanos y permanecen allí formando verdaderas islas. Es sólo lo que se ve, pero seguramente sólo una de las más grandes amenazas para la subsistencia de la vida en el planeta.
Pero no solo se trata de los desperdicios, sino de las acciones que evidencian un interés de hacer daño, de perjudicar al otro. Neófitos en psicología entendemos que esto evidencia problemas sociales. Siempre existieron resentidos y personas que tratan de perjudicar o dañar a quien se halla en mejor situación, ostentan un mejor nivel de vida o sencillamente tienen más recursos económicos, pero hasta el momento habían sido una ínfima minoría que estaba controlada y no representaba mayor riesgo.
Pero actualmente nos tememos que ese número se disparó, a tal punto que sus acciones constituyen un verdadero peligro. Un elemento que prueba lo que decimos son los incendios que se registran anualmente.
En verano, cuando los bosques de pinos y eucaliptos que suelen rodear a casas veraniegas en los balnearios uruguayos constituyen un gran riesgo de incendio, se producen éstos y según bomberos más del 90 por ciento de los mismos, son producidos de ex profeso, o sea intencionalmente o por descuidos. En ambos casos estas acciones denotan al menos una falta de responsabilidad y al menos una falta de sensibilidad ante el riesgo que constituyen los denominados fogones, tan nuestros en esta época.
Pero no es la única mala acción de nuestros días, porque basta observar las denuncias de los servicios médicos por ataques, robos y rapiñas ya sea contra los propios médicos o los funcionarios de las ambulancias, cuando están cumpliendo funciones.
Son a nuestro entender muestra de que algo anda mal. Quienes incendian de ex profeso son resentidos o sencillamente delincuentes. Quienes lo hacen por irresponsables son al menos seres inconscientes e insensibles.
Los que atacan a las ambulancias o los médicos y otros funcionarios, seguramente que no están cubiertos por estos servicios y odian a quienes lo están. Lejos entonces de justificar estas acciones, creemos que es necesario revisar algunas cosas, porque esto no nace por generación espontánea y seguramente hay algo que está originando conductas impropias y no queremos qué estas hagan eclosión, como en otros países latinoamericanos, con un costo que no quisiéramos lamentar jamás.
A.R.D.

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