Pocos pero importantes: oficios que siguen en vigencia .
Hay actividades que parece ser que van tendiendo a desaparecer pero que no dejan de ser importantes.
Electricistas cerrajeros, sanitarios, carpinteros, bicicleteros, son muy requeridos, y al parecer hay mucha demanda y pocas personas que lo realicen.
Hoy presentamos otros oficios que siguen siendo requeridos por la sociedad
Ángelo Martíne, artesano en la fábrica de cuchillos
Héctor Fabio Ramos , relojero, joyero
Juan Ramón Ereria , picapedrero
Fátima Centurión – Modista
Jorge Farías ,ejerce el oficio de zapatero
Diego Bachini Folch, de la talabartería “La Criolla”
Zapatero a sus zapatos
Un oficio que no desaparece pero ha disminuido considerablemente
Jorge Farías ejerce el oficio de zapatero desde los años 80 y recuerda varios nombres impuestos en Salto en el rubro que además necesitaban de empleados para cumplir con la demanda de reparación de calzados. Hoy día la industria del calzado ha cambiado mucho lo que ha obligado a una adaptación del artesano y una disminución de quienes optan por este oficio.
A Redoblar está ubicada en Juncal 186 y está abierto prácticamente todo el día, incluso los fines de semana. Allí encontramos a Farías que nos cuenta además una historia muy rica de sus inicios en el oficio de zapatero.
“Yo estoy desde el año 86, 87 y entré a este oficio involuntariamente, cuando despidieron a unas cuantas familias del Frigorifico Cybarán La Caballada . Fuimos despedidos todos aquellos dirigentes que hicimos la huelga en el año 85 Justo coincidió con la reapertura democrática ,que salieron todos los presos políticos , momento en que se conformó el PIT-CNT en Salto , saliendo de la dictadura. Con el despido que cobramos los 13 despedidos conformamos la cooperativa A Redoblar con la idea de fabricar calzado artesanale y reparación de calzado. A nuestro grupo se sumaron dos de los liberados que sabían mucho de artesanía y tenían muchas ideas.”
“La libre importación de calzado nos eliminó.”
Farías sostuvo que como causa de la desaparición del oficio se puede tomar en cuenta la libre importación de calzado. ”Con la Cooperativa A Redoblar funcionamos bastante bien hasta que llegó el gobierno de Lacalle que abrió la importación de calzado y nos eliminó prácticamente porque la libre importación de calzado fue terrible para toda la industria nacional y nosotros que éramos una incipiente cooperativa con mucha traba burocrática además, disolvimos la la misma y yo fui el único que quedó de zapatero. Con este trabajo he vivido tranquilo, crié mi familia , tengo una vivienda que la estoy pagando , dignamente viví de esto, con muchos altibajos viví y vivo de esto”
En la actualidad son pocos los zapateros que se conocen en relación a los que existían en aquella época. Hoy instalados formalmente hay dos o tres. “ Habia muchos zapateros, y la competencia era muy leal, con muy buenos zapateros, de los que yo conozco y recuerdo por ejemplo estaban Telechenko, Benítez , Carballo del Emporio del Cuero, en Telechenko sabemos que trabajaban varias personas como empleados, Silvestri era otro, eran viejos zapateros conocedores del oficio de los que uno aprendía. Telechenko fue uno de los más grandes fabricadores de botas. Estoy recordando a Grisolia que hacía calzado ortopédico. Lamentablemente todo eso fue desapareciendo.”
“El oficio no desaparece, no hay gente disponible para hacerlo”
“Puedo decir que el oficio no desaparece, lo que no hay es gente disponible a trabajar en este rubro, y si aparece hay que adaptarse a la gran variedad de calzado .Actualmente hay mucho sintético, mucha imitación de cuero y eso limita mucho las posibilidades de que se pueda reparar un calzado , porque es prácticamente descartable . Antes era muy frecuente el cambio de suela, hoy aparece para eso algún mocasín clásico , y´puede aparecer uno cada dos o tres meses. Suela cocida sigue habiendo algo, pero después todo lo demás es todo pegado, material sintético, materiales de goma, de plástico . Incluso hay material de plástico que a veces dificulta el pegado, y uno tiene que adaptarse al cliente y darle una pequeña garantía porque la pegada nunca es segura, hoy eso es una realidad. Cuando el calzado es bueno, que se puede desarmar y armar nuevamente , se puede recuperar, pero hoy se necesita material que no se encuentra en plaza. Yo tengo la ventaja que con La Criolla consigo el material que me traen de Montevideo o de Maldonado. pero hay arreglos que me llevan 15 o 20 día justamente porque tengo que esperar el material.”
“La crisis de la pandemia jugó a nuestro favor”
La pandemia cambió muchas cosas, entre ellas la conducta de compra, lo que jugó a favor de este oficio.
“Algo que dejó la pandemia es una crisis y la gente hoy no compra tanto calzado sino que se está valorando el calzado bueno y se manda a reparar. A eso se sumó el cierre de la frontera, ahí se sumaron dos temas muy importantes porque con el cierre de la frontera la gente no podía ir a comprar a otro lado y entonces pagaban por el arreglo de un calzado. En ese caso la crisis de la pandemia jugó a nuestro favor. Pero ahora que se reabrió la frontera se volvió a reiterar lo de antes, yo pasaba un presupuesto y la gente me decía que por ese precio cruzaban al otro lado y traían dos pares. Y en la reapertura que se ha dado hace poco, he tenido dos o tres casos que me han dicho lo mismo.”
Jorge Farías valora y defiende su trabajo y como amante de lo artesano y las artesanías ha brindado cursos en la Unidad 20 del INR y lo mismo en dispositivo Ciudadela. “Conformamos un equipo con quienes hoy son Sub Directora de la cárcel Avelina Borda, y la jefa del área de mujeres Giovana Molina y dábamos clases de artesanías incluso hicimos una feria en la unidad , todo eso a través del Fondo Raúl Sendic. Eso se hizo con una previa selección de los internos, era mixto, fue una muy linda experiencia. Y en Ciudadela enseñamos artesanías con mi hijo que es Trabajador Social .Tratamos de mostrar que se puede trabajar con materiales sencillos de conseguir y con herramientas accesibles para que puedan tomar eso como un oficio”
Héctor Fabio Ramos: «Con Nito Zoppi, Óscar Mathinson y mi padre, se fue la última generación de grandes relojeros que tuvo Salto»
Llegar al taller de Héctor Fabio Ramos -que tiene instalado en un espacio de su propia casa- es como entrar en otros tiempos. Y no precisamente por el tiempo tan diverso que señalan las agujas de la incontable cantidad de relojes que hay allí, sino sobre todo, porque esos relojes (en sus múltiples formas, materiales, diseños, estilos…) son símbolos de las más variadas épocas y, como si fuera poco, Fabio también colecciona otros objetos antiguos y/o «raros»: faroles, sombreros, armas y mucho más. El oficio mismo de Fabio, un hombre de 56 años de edad, parece ya pertenecer a otro tiempo: Relojero; más allá que tenga otras ocupaciones (vinculadas a la construcción). Por eso al conversar con EL PUEBLO para este informe, con visible emoción enfatiza: «pienso que esta nota puede ser un buen homenaje a mi padre (Héctor Luis Ramos), a Oscar Mathinson y a Nito Zoppi, que ya fallecieron; creo que al irse ellos tres se fue la última generación de grandes relojeros que tuvo Salto».

Aquí lo medular del diálogo mantenido con Héctor Fabio Ramos:
-Usted se crió viendo trabajar como joyero y relojero a su papá…
Sí, sí. El primer taller de papá fue en calle Cuareim casi avenida Paysandú (hoy Wilson Ferreira Aldunate). Después alquiló, pero estuvo muy poquito tiempo, en calle Joaquín Suárez, al lado del Teatro Larrañaga, donde ahora hay una peluquería. Como ahí no había casa para el fondo, era difícil ir y venir todos los días de Ceibal al centro. Era carísimo, no solo pagar alquiler sino también el traslado todos los días. Entonces alquiló en calle Brasil al 400, donde nos fuimos todos juntos a vivir, porque tenía un local en el frente que era bazar, joyería y relojería, y casa para el fondo. Unos 14 años estuvimos allí, por los años 70. Después surgió de alquilar en calle Uruguay 765, donde además de la joyería y relojería también vivíamos…
-¿Y cuándo tomó usted el oficio?
Yo empecé a trabajar de relojero a los 14 años, cuando estábamos en calle Brasil, ahí papá me enseñó relojería. Pero a mí me enseñó sobre todo la parte de despertadores, aquellos despertadores grandes que en esa época se usaban muchísimo, y a mi hermana le había enseñado la parte de relojería de pulsera. Después me enseñó joyería, yo hacía bombillas también. Porque cuando empezaron a venir los despertadores chinos, a pila, los despertadores a cuerda como estos (muestra varios que tiene entre sus colecciones)…¡chau!
-¿Por una cuestión de precios?
Imaginate que un despertador chino a pila valía 100 pesos, y una limpieza de un despertador mecánico como hacía yo la teníamos que cobrar 400 pesos, porque llevaba mucho tiempo. Entonces ¿quién va a limpiar un despertador a cuerda?
-Y de alguna forma es eso lo que llevó a que se fueran terminando los relojeros…
Ah sí, por supuesto, la llegada de las cosas chinas… y que se fueran terminando los joyeros también. Con todas las cosas chinas baratas que han entrado, la gente las compra, las usa y después las tira.
-¿O sea que vivir de este oficio sería imposible?
Y…(piensa)… Sería muy difícil. Te cuento un ejemplo de Oscar Mathinsson, que era muy amigo de papá, lo mismo que el Nito Zoppi… Óscar a los relojes de pared los arreglaba, pero una limpieza con ajuste de un reloj de esos (señala uno que pende de la pared), cobraba 8.000 pesos, entonces, si te gusta porque se repente es una herencia familiar, lo arreglás, pero en Mercado Libre hay algunos, andando, por 4.500 pesos. Claro, que con el arreglo de 8.000 pesos quedaba impecable, y para eso lleva mucho trabajo, y hay que tener una mesa bien instalada exclusivamente para eso…
-¿Otros relojeros aquí en Salto?
Está Beneditto todavía, que es muy buen relojero y es tornero también, aunque ahora ya está muy mayor. Y después lo tenemos al «Bimbo» Rossi, en calle Rivera al 900, pero también ya con grandes problemas de salud.
-Claro, no es un oficio que se haya propagado demasiado hacia las nuevs generaciones…
No. Lamentablemente, yo por ejemplo no he podido entusiasmar a mis hijos. La nena era la que más me pedía, me preguntaba cuándo le iba a enseñar, pero cuando ya estuvo madura como para enseñarle, se fue a estudiar otra cosa.
-¿Qué es entonces la relojería para usted? Ya me dijo que no es un oficio del que se pueda vivir…
Y no, pero es un hobbie espectacular. Yo amo los relojes, es algo que apasiona. Entro acá a mi taller y me siento muy bien, es como mi cable a tierra. Mirá que hay mucha gente que sin ser relojeros saben de relojes, porque coleccionan, no saben armar o desarmar un reloj, pero saben lo que tienen en la mano…
-De un reloj como ese que tiene allí colgado y que me dijo que limpiarlo por ejemplo, cuesta varios miles de pesos, ¿qué nos puede contar? Es una reliquia…
Es un Big Ben, tiene dos cuerdas, una para la marcha y la otra para la sonería. Suena a las 12 y 12 y media, o sea a la hora y a la hora y media. También está el carrillón, que tiene tres cuerdas, porque además suena cada cuarto de hora. Para tener un reloj de este tipo tenés que tener una noción sobre su funcionamiento. Y el tema es que las generaciones nuevas, al no saber de estas cosas, las tienen en la casa y terminan deshechándolas… Yo he comprado relojes en la feria que los habían tirado a la basura.
-Es que incluso el reloj pulsera se usa cada vez menos, ¿no?
Y sí, por el celular cada vez se usa menos, igual hay gente que está acostumbrada y usa, yo por ejemplo siempre tengo un reloj en la muñeca.
Un artesano en la fábrica de cuchillos
Ángelo Martínez: aunque «es bravo competir con el que tiene la maquinaria diseñada exclusivamente… realmente me encanta este oficio»
Angelo Martínez se dedica a fabricar cuchillos; es un verdadero artesano en esa tarea. Para este informe EL PUEBLO fue en busca de su palabra y así comenzaba presentándose: «Soy de profesión Policía, desde el año 2011 soy Policía y en este momento presto servicios en la Seccional 6ta. de San Antonio. Estoy casado con Leticia y tenemos tres hijos, uno en común. Vivimos en el barrio Ceibal; yo nací en este barrio, mi señora es del departamento de Artigas. Nos conocimos hace cinco años, vivimos en el predio de mi abuelo, en esta casa que es de mi padre, mientras construimos la nuestra. Estoy eternamente agradecido por este espacio que ellos me dieron para vivir a mí y a mi familia…».

-¿Se define como «cuchillero»?
El oficio es herrero-cuchillero, y me gusta decirlo así porque también hago otras cosas en hierro como parrilllas, braseros, etc. El de herrero-cuhillero es el oficio al cual me enfoqué más debido a que es un oficio que me encanta, realmente me encanta este oficio y por eso lo hago con el mayor amor del mundo. Las cosas hechas con amor siempre salen mucho mejor.
-¿Cómo surgió la idea de tomar este oficio?
El oficio de cuchillero comenzó casi al mismo tiempo que conozco a mi señora. En uno de esos viajes que fuimos a la ciudad de Artigas, conozco a mi suegro, Mario Edgar Dos Santos, y el nombre de él es uno de los motivos del logo mío, por el que me pueden buscar en las redes sociales, MIII. La M es por Martínez y por Mario y los tres números romanos por los tres gurises que tenemos con mi señora. Como decía, en uno de esos viajes conozco a mi suegro y lo veo haciendo cuchillos, pero con unas herramientas y lugar completamente rústicos, prácticamente trabajando en el suelo estaba el hombre. Él falleció hace unos dos años. Pero desde allí me llamó mucho la atención el oficio, y le empecé a pedir que me enseñe, y él con la mejor voluntad me enseñó lo que sé, que es todo lo que él sabía. Siempre estoy tratando de actualizarme en conocimientos, en herramientas, inclusive ya estoy con mi taller propio acá en esta casa donde estamos viviendo, y siempre tratando también de recibir alguna que otra crítica constructiva de compañeros, de otros cuchilleros…Pero resalto el agradecimiento a mi suegro que fue el que me abrió esa puerta, me dio esa oportunidad con un oficio que, como ya dije, me encanta, y ni que hablar que ayuda también en los ingresos para la casa.
-No debe ser fácil competir con las grandes fábricas…
Es bravo competir con el que tiene la maquinaria diseñada exclusivamente para la cuchillería, ni que hablar. Hacer un trabajo artesanal es bravo, uno tiene que adaptarse al bolsillo de la gente. Entonces, ahí la vamos llevando… No es mucha la ganancia que se saca, pero algo se saca. El precio del cuchillo se debería fijar según el trabajo que dio hacerlo y el trabajo a veces de conseguir los materiales, pero mucha gente piensa solamente en la relación del precio con el tamaño del cuchillo, y bueno, eso nos pasa a todos los cuchilleros, y yo también la entiendo a la gente.
-Ya que menciona los materiales, ¿cuáles utiliza?
Yo trabajo con guampa de ciervo, guampa de vaca, madera, bronce, también trabajo con cuero para la empuñadura, ahí se pueden ir combinando los materiales, sobre todo a medida que uno va agarrando experiencia y que va probando, con aciertos y errores por supuesto. Y el material para las hojas es disco de arado, me gusta mucho ese acero, es un material que te permite un buen margen de error al tener buen cuerpo, y después otros aceros como los elásticos de autos, aunque tiene menos margen de error, porque es de menor tamaño el elástico.
-Alguna vez lo esuchamos decir que le gustaría enseñar este oficio a otros…
Sí, eso siempre me gusta decir, que estamos a las órdenes para aquel que quiera empezar, que se anime, que lo haga. Yo también estoy tratando siempre de agradecerle a mi suegro de esta manera, como él me enseñó a mí, darle yo a aquel que quiera empezar, los conocimientos que precise, a despejar alguna duda, dar una mano, siempre a las órdenes para el que necesite. Porque en definitiva somos todos compañeros, debe ser así, la envidia es una cosa que no debería existir. Si nos ayudarámos entre nosotros todo sería mucho mejor. Pero como yo siempre digo, la envidia es la cara oculta de la admiración, es una frase que la aplico y me encanta. Otra frase que me gusta mucho también, que me marcó a fuego es: nunca sabemos lo lejos que podemos llegar si no lo intentamos. También quiero resaltar el apoyo emocional, familiar, que me da mi señora Leticia, es un gran pilar en mi vida y como siempre digo también: al lado de un gran hombre debe haber una gran mujer. Yo antes decía: «detrás de un gran hombre…», después me orrigieron y es cierto, es al costado, no atrás, así que absorbí la corrección.
Fátima Centurión – Modista
“La pandemia nos dio un golpazo. Subsistí tres o cuatro meses haciendo tapabocas”
Uno se compra ropa y necesita hacerle algún ajuste o se le rompe algún pantalón o vestido, y se le hace cada día más difícil encontrar a alguien que pueda hacer esos arreglos y que además sepa lo que hace. Es un claro ejemplo, entre tantos, de oficios necesarios y de los que cada vez hay menos, hablamos de personas que trabajan confeccionando o arreglando ropa. EL PUEBLO dialogó con la modista Fátima Centurión, quien compartió con nosotros parte de sus impresiones del trabajo que hace.

– ¿Cuándo se dio cuenta que tenía facilidad para este oficio?
– Quería dedicarme a otra cosa, pero empecé porque mi madre me metió en esto porque a ella le gustaba, pero después me empezó a gustar a mí también. Tenía trece años cuando empecé a estudiar en una academia, luego tuve unas conocidas que trabajaban para una boutique donde había un taller, entré ahí donde estuve diez años. Cuando empecé a ver los vestidos de fiesta, de novia, de esto y lo otro, ya me empezó a gustar. Entonces, complementé lo de la academia con la práctica, por eso a mis veinte y algo ya me largué sola, que me fui a vivir a Paysandú, y desde entonces seguí siempre cosiendo.
– ¿Hace creaciones propias o lo que las clientas le pidan?
– Hago las dos cosas, porque si la clienta quiere algo en especial, se le asesora, pero se respeta lo que la clienta quiere. Ahora, si hay cosas que se dejan a mi criterio, las confecciono sin problema.
– ¿Puede ser que también arregle ropa?
– Así es, porque la clienta que viene para hacerse un vestido de fiesta, mañana puede precisar que le arregle un vaquero, y una no le va a decir que eso no lo hace porque esa persona ya es mi clienta, y si de repente se compró algo que necesita algún ajuste, con gusto lo hago, porque para eso estamos.
– ¿Cómo la trató la pandemia en el trabajo?
– La pandemia nos dio un golpazo. Subsistí tres o cuatro meses haciendo tapabocas, porque en ese momento se cerró todo, las tiendas que te traían algo y las clientas dejaron de hacerse ropa. Así que hice tapabocas para automotoras, para carnicerías, para varios comercios y empresas, así como la gente que venía y me pedía. Después de este momento se volvió a normalizar de a poco. Ahora hay mucho pedido de tiendas y boutiques que necesitan producción, pero no hay mano de obra. Busco ayudante, por ejemplo, y se me vienen a ofrecer señoras con 77 u 80 años, porque necesitan trabajar, y de repente sale una chica de la UTU que le he ofrecido trabajar como forma de practicar lo que aprendió y de paso ver unos pesos, y sin embargo, están una semana y se cansan, o pasa que pretenden salir del estudio ya teniendo su propia marca registrada con su tienda de ropas sin empezar el oficio como hemos hecho casi todas, pagando derecho de piso y de paso aprendiendo con la práctica, como debe pasar en todos los trabajos. Esa es la parte que me parece que la juventud se quiere saltear, el tiempo de la práctica y de juntar experiencia, que por lo menos dos o tres años hay que tener.
– Se ve a poca gente que lleva adelante el oficio de modista, ¿qué está pasando?
– La gente que hacía ese trabajo se jubiló, ya está cansada, ya no quiere más. Incluso conozco a colegas que han cerrado que tienen máquinas industriales que han trabajado toda una vida y han tenido que cerrar sus talleres porque no han encontrado quienes las ayuden, están cansadas y no encuentran una mano que las ayude. Conozco a una señora que no está dentro de mi rubro de la costura, pero está en el rubro del tejido, tiene las máquinas industriales, se quiere jubilar y ni siquiera encuentra quien quiera quedar en el lugar de ella en el taller y seguir con eso, siendo que hace unas cosas hermosas y le están pidiendo producción. Así como hay dueñas de tiendas en Montevideo que me han comentado que el problema es encontrar mano de obra. Como que la gente joven está más para la computadora y no para este tipo de trabajo que es más artesanal, y que reconozco que es cansador.
– ¿Cómo está usted con su trabajo?
– Me gusta lo que hago. Me levanto cada día con ganas de hacer y crear, si me traen un vestido de fiesta o si trabajo para una tienda, pero a veces me agota no poder encontrar a alguien, salvo a personas muy mayores que me piden que les lleve a su casa, pero no puedo estar cosiendo, teniendo una producción y estar saliendo para llevar trabajo a otro lado, aunque a veces no me queda otra e igual lo tengo que hacer, por necesidad de tener que ir a la casa de otra modista y decirle, “mirá, te corté esto, arreglame acá”, pero ya le digo, son todas personas de más de setenta años.
– ¿Cómo pueden contactarse con usted por si tienen alguna ropa para arreglar o hacer un vertido para un cumpleaños o casamiento ahora que volvieron las fiestas?
– Pueden comunicarse por el 098 916 349.
El oficio de picapedrero… una labor en proceso de extinción
Juan Ramón Ereria “es un trabajo para el cual he nacido y voy a seguir hasta que el físico me lo permita”
Juan Ramón Ereria nos cuenta que comenzó con su oficio de lapidado en piedra en el año 1995, luego de hacer un curso de capacitación en la Intendencia de Salto… “así comenzó todo… en ese entonces la Intendencia nos daba trabajo y a partir de 1996 empecé a trabajar de lleno en este oficio y la gente se fue acercándose para encargarme para hacer casas, pisos, revestimientos… me iba entonces a las canteras a buscar piedra losa y vendíamos al Parque Acuático, al Horacio Quiroga, a Piastri y después por Salto o Montevideo. También empecé a trabajar con piedra mora para hacer muros, revestimientos y adoquines”. Ya hace veinticinco años que Ereria está en este oficio que está en proceso de extinción.

El oficio de picapedrero es uno de los más antiguos. La piedra ha sido labrada por el hombre casi desde los inicios de su existencia. Según Ereria, el proceso de cada uno de los trabajos, depende de su naturaleza; en el caso de una casa depende del cuerpo de casa que hay que construir; si es rústico o si la piedra es trabajada; si se va a utilizar un cortafierro, punta o una tachuela, maceta o marrón…. “todo depende del trabajo… un cuerpo de casa promedio se puede hacer en dos meses. Si hay que trabajar la piedra el proceso es más lento que con la piedra rústica.
-¿Cuál es la piedra con la que más trabaja?
– “Con la piedra losa colorada; es la piedra que utilizan para las veredas. La uso principalmente para hacer pisos. Son piedras arenísticas que generalmente se traen de alguna estancia. También uso la piedra mora, también una piedra gris… otra que es más azulada; hay una piedra amarilla que es más dura.
Ramón disfruta de su trabajo y lo que más le gusta hacer es el trabajo rústico, porque también es el que más le rinde. El trabajo más refinado requiere de mayor paciencia.
-¿Por qué es un oficio que tiende a desaparecer?
– Creo que porque es un trabajo rudo y pesado… los marrones por ejemplo pesan como ocho kilos…. muchos han comenzado a trabajar en el rubro y luego abandonan. Por otra parte las maquinarias han avanzado y han suplantado a los trabajadores de la piedra. En el Uruguay somos muy pocos los que vamos quedando… alrededor de seis. Yo pienso seguir trabajando mientras me de el físico. Creo que nací para trabajar en esto.. gracias a mi trabajo he logrado mantener a mi familia y hemos logrado vivir bien”.
Aunque en nuestros días el oficio de picapedrero ha llegado a estar en vías de extinción sus orígenes son antiquísimos, pues la piedra ha sido trabajada por el hombre casi desde los inicios de su existencia. Pero fundamentalmente desde que nuestros antepasados decidieron dejar la caza, y con ello el nomadismo, para comenzar a domesticar a los animales, dando lugar a la aparición de los asentamientos fijos y por tanto al sedentarismo. Ya durante el Neolítico llegaron los excedentes alimentarios dando lugar a la llamada “ Revolución urbana» y con ella surgió el auge de la construcción. En las construcciones el hombre echaba mano de los materiales que tenían a su alcance y que por su composición podían ser más duraderos, entre ellos la piedra ocupó un lugar preponderante. Con la evolución de la construcción los picapedreros o trabajadores de la piedra se fueron especializando llegando a ser una profesión muy considerada, hasta el punto que tanto en la civilización egipcia como en la griega y romana los obreros de las grandes construcciones eran esclavos y sin embargo los canteros o picapedreros eran profesionales libres con una consideración social más que apreciable.
Pero creemos que no es necesario recurrir a los famosos canteros que han participado en la construcción de las pirámides o en labrar las piedras de nuestras maravillosas iglesias, catedrales o edificios civiles dejando su firma en cada una de ellas, para encumbrar esta profesión. Como si lo importante, trascendental o significativo sólo lo pudiéramos encontrar en las obras majestuosas. Han sido fundamentales las pequeñas construcciones en piedra, trabajo que podemos decir que ha llegado a constituir uno de los pilares básicos de la historia humana. Nos estamos refiriendo al inmenso trabajo llevado a cabo por los pedreros sin firma. Aquellos que han llenado con su conocimiento, trasmitido de generación en generación, tanto nuestros campos con sus trabajos de piedra en seco, en su descomunal esfuerzo de humanizar la naturaleza, como su participación en la creación de nuestros pueblos y aldeas a través de la construcción de viviendas que han servido de cobijo y a la vez han sido la forma de expresión de las relaciones sociales de su tiempo y su contexto. Y que en un oficio duro, pero reconocido, han perdurado hasta que la llegada de la técnica y los nuevos materiales de construcción los ha hecho casi desaparecer. a piedra y su utilización para la construcción, encarna la trasformación de un pueblo nómada, que ha construido por tanto en materiales livianos y perecederos, a un pueblo sedentario que construye en materiales más duraderos, pues se marca como objetivo la trasformación de la naturaleza a sus propias necesidades más que la adaptación de sus necesidades a la naturaleza. Ha sido la llegada del sedentarismo lo que ha creado la propiedad de la tierra y su parcelación que queda reflejada a la vista a través del mojón. Este símbolo no es más que un símil de la configuración territorial en distintos Estados con sus fronteras que los separan. Puesto que es necesaria la identificación con un territorio para poder articular tanto el aparato burocrático como el ideológico de nuestros actuales estados-nación. Y es esa identificación con el territorio lo que crea la necesidad de moldearlo e individualizarlo, así como el auge de la construcción de las viviendas familiares.
Diego Bachini Folch, de la talabartería “La Criolla”
Cada vez “se vende menos” por lo que “hemos tenido que cambiar como todos”
Se llama talabartería a la actividad artesanal que elabora artículos con cuero como cinturones, bolsas, chamarras, portafolios, baúles, carteras y otros productos en donde sobresale el fin utilitario. Se trata de un oficio de muchos años pero que viene cayendo en su uso, cada vez “se vende menos”, dijo a EL PUEBLO Diego Bachini Folch, propietario de “La Criolla” (Artigas 1005).

Según Bachini la talabartería implica trabajar en cuero realizando productos para el campo, y por extraño que parezca, cada vez se trabaja menos porque lo que antes se vendía, en estos tiempos “se ha ido supliendo por otras cosas. Antes se veía al peón de una estancia trabajando arriba de un caballo y hoy anda arriba de una moto porque además de más práctico, es más económico”.
Bachini recuerda que para mantenerse en el negocio que iniciaron sus padres durante tantos años se han tenido que adaptar, “hemos tenido que cambiar como todos, de la misma forma que han tenido que hacer, por ejemplo, los propios supermercados que ahora también te venden electrodomésticos, porque vendiendo solamente azúcar y yerba ya no les alcanza”.
“La Criolla” es una tienda que ofrece “artesanías en cuero y talabartería” desde hace veintiún años, tiene dos sucursales con veinte empleados, una aquí en Salto y otra en Maldonado “donde se vende un poco más, pasa que allá es otro público que tiene otras inquietudes. Acá nos hace un daño tremendo la frontera con Argentina y los precios que allá tienen. Nosotros en Salto vamos marchando, incluso vendiendo a los artesanos, que surgieron ahora con la pandemia en un número importante, que usan nuestros productos para crear cosas nuevas y luego venderlas”.
“Acá solo vendemos cuero –agrega Bachini-, no trabajamos con sintéticos. Hacemos nuestros propios productos, desde calzados hasta materas, lo que pida”.
– ¿Cómo ve el futuro?
– Malo, no solo a nivel de mi empresa sino en general, a nivel comercial. Como le dije, en la situación que está Argentina a nivel económico, nos afecta fuertemente de manera negativa.
– ¿Estamos recurriendo cada vez menos al cuero?
– No, todas las artesanas nuevas que surgieron ahora después de la pandemia trabajan todas en cuero, es al revés, cada día vamos más hacia el cuero. Ninguna quiere trabajar en sintético.
Cuando nos estábamos retirando del local comercial, Bachini nos dijo algo ofuscado, “pensé que venía a hacernos una nota por el robo que nos hicieron” señalando para el techo y viéndose claramente un boquete por donde entraron y salieron los ladrones que, según el comerciante, se llevaron los productos más caros que había en la tienda por un valor aproximado a treinta mil dólares. “Así es muy difícil trabajar, mucho menos prosperar, y todavía sin ninguna noticia aún de la policía”.