Para nada fue una maldición gitana. Para nada.
Ocurre que en partidos como estos, puede patentarse una diferencia que es real en el plano físico y en algunos casos también técnico. Pero el hecho clave resultó el funcionamiento, entre la eficacia de Boston River y el entrecortado vaivén de un Universitario ya al margen de posibilidad, cuando el primer tiempo se cerró con el 3 a 0 a favor del equipo de Alejandro Apud.
Y eso que Universitario alcanzó sintonía en los primeros 10′. Hasta invitó a la ilusión.
Pero en los 10′, la primera decisión de Kévin Rodriguez traducida en gol y cuando en los 23′ el mismo delantero clavó el segundo, algo más que una sensación en el caso de Universitario: la certeza de su mira limitada. Una exposición sin variantes. Con la cartelera ofensiva a media luz. Solo un latigazo de Llama sobre los 13′ que el arquero rival sacó notable.
Pero poco más de un rojo a media luz, frente al Boston más íntegro.
Teoría y práctica de un equipo ejecutante de pautas básicas y más: hilvanando conceptualmente y fútbol de llegada también.. Hasta que en los 44′, Riasco se mandó una maniobra de fantasía. Gambeta va y gambeta viene. Espacio fabricado y resolución perfecta: todo lo hizo bien. Sentencia de 3 a 0.
Y ese segundo tiempo del gol de Diego Llama, del no poder de Universitario y del querer más ahogado de Boston, sin el vuelo intelectual y táctico del ,primer tiempo, aunque estableciendo el dominio que en fútbol siempre es válido: el psicológico.
La mente también ordena, señala, amplifica. Mientras Emilio metió variantes, pero la «U» permaneció en el enredo.

No despertó. A mitad de camino. Superado en lo físico, pero también en caudales técnicos. Fue el Bostón River de Apud a la medida del fin contemplado.
Que Universitario perdiera no fue una maldición gitana. Más bien una consecuencia. Casi que inevitable. O inevitable.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-