(Por Gualberto Pérez Barbagelata – Colaboración especial para EL PUEBLO)
María Kodama, la viuda del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, falleció el 26 de marzo de este año. Desde entonces, la polémica por la herencia ha sido incesante. De un asiduo lector de EL PUEBLO, el Dr. Gualberto Pérez Barbagelata, ha llegado la importante colaboración que hoy compartimos. Vale recordar que nuestro colaborador, hijo de uruguayos, nació en París (1959). Desde la adolescencia reside en Montevideo. Es abogado, aunque no ejerce. Habitualmente reflexiona y escribe sobre cuestiones jurídicas. Estudió Filosofía en el Collage de France, y participó en La Sorbonne de los míticos cursos de Michel Foucault. Escribe ensayos de pensamiento y crítica. Ha publicado libros sobre temas jurídicos, pensamiento, arte y literatura en París, Barcelona y Buenos Aires.
MUERE KODAMA Y LA HERENCIA DE BORGES QUEDA A LA DERIVA
La gran paradoja que planteó el reciente fallecimiento de María Kodama -celosísima guardiana de la obra del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, capaz de perseguir judicialmente y con saña a jóvenes escritores que osaron glosar alguno de sus célebres relatos- fue que no dejara testamento, ni ológrafo ni notarial, lo que equivale en los hechos a dejar a la deriva lo sustancial del legado invaluable del autor de “Ficciones”.
Kodama, alumna de Borges desde la adolescencia y casi cuarenta años menor que él, fue después su colaboradora intelectual, su secretaria, la que transcribía sus creaciones de escritor ciego, haciéndose a su sombra cada vez más imprescindible. Doña Leonor Acevedo, la madre de Jorge Luis -muy celosa, acostumbrada a ser los ojos de ese hijo que entraba en la irremediable oscuridad- si bien no confiaba en Kodama, tuvo que aceptar a regañadientes, en el año 1973, que ante sus impedimentos motrices fuera ella quien lo acompañara en un viaje académico a Estados Unidos. Muy poco tiempo después, “Madre”, como la llamaba ese hijo que había estado bajo su ala hasta avanzada la madurez, feneció, y de ahí en adelante la traductora y escritora argentino-japonesa fue la compañera omnipresente de Borges en todos sus viajes, los que se multiplicaron en forma geométrica por determinación de ella (no de él, que a veces se quejaba de tanto ajetreo).
Vale recordar que a esa altura era un escritor célebre a nivel mundial, al que año a año pronosticaban un Premio Nobel que nunca llegó, y al que esos viajes -muy inteligentemente planeados al milímetro por Kodama- potenciaron cada vez más.
“La china”, como en forma despectiva llamaban a María amigos de Borges como Silvina Ocampo y su marido Bioy Casares, a sus espaldas por supuesto; “la china” se hizo imprescindible a un hombre que había dependido de su madre hasta hacía muy poco. Fue su lazarillo, su Virgilio, sus ojos, y poco a poco fue volviéndose su representante literaria, y en la práctica en su albacea “pre mortem”.
Como es sabido, se casaron pasada la mitad de los años ochenta, cuando el escritor tenía más de ochenta de edad. Lo hicieron vía Paraguay, a espaldas y contra la opinión de los familiares de Borges, su hermana Norah y su sobrino. Casi de inmediato Kodama se llevó a su reciente marido a Ginebra, donde el escritor moriría al poco tiempo. Fue enterrado allí, por voluntad de su viuda (y de él mismo al parecer, aunque muchos lo han puesto en duda…). No estuvieron de acuerdo con esta decisión sus familiares, las amistades del escritor, y un amplio sector de la intelectualidad argentina.
De ahí en adelante, y por casi cuarenta años, María Kodama tomó muy en serio su papel de viuda de un escritor célebre. Como albacea testamentaria y única heredera se ocupó de las ediciones de su obra, que se multiplicaron a propósito de su fallecimiento. Pero además, más allá de sus derechos adquiridos, se constituyó por sí y ante sí en una auténtica sacerdotisa del templo borgiano. En tal carácter no sólo defendió ese gran corpus intelectual como correspondía -cuidando nuevas ediciones, vigilando los pagos de derechos de autor, saliéndole al paso a ediciones piratas- sino que, en actitud de Ménade desmelenada persiguió judicialmente al joven escritor Pablo Katchadjian, en un largo juicio que, luego de varias instancias a la postre perdió, teniendo que pagar por gastos (costas y costos) 888 mil pesos argentinos.
El detonante que generó la furia implacable de Kodama fue que Katchadjian, escritor emergente y poco conocido, osó “engordar” el clásico cuento “El Aleph”. En el 2009 publicó justamente “El aleph engordado”, al que le agregó en el cuerpo del relato 5.600 palabras más al original. Eso le valió un calvario judicial de una década, en medio del cual fue procesado, pese a que alegó que se trataba de un experimento nada más. En el 2015 el Juzgado Civil Nro. 1 lo sobreseyó de los cargos en su contra y decretó que Kodama debía correr con los gastos. Siguieron las apelaciones del abogado de Kodama, hasta que recién en el 2021 la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal revocó el procesamiento y dictó el sobreseimiento. En la misma instancia se condenó a la viuda de Borges -hablando en buen criollo- a pagarle a su abogado y el de Katchadjian los honorarios correspondientes, y también los gastos judiciales.
En todo ese proceso, figuras notorias de la literatura argentina como Ricardo Piglia y César Aira quebraron lanzas por el imputado, mientras que Kodama quedó bastante mal parada en los medios intelectuales.
Pero volviendo al principio de este artículo: por todo lo dicho, el lector coincidirá conmigo que es paradojal que luego de haber actuado y sobreactuado con tanto celo en vida defendiendo a capa y espada el legado borgiano, no haya dejado testamento para preservar su integridad para el futuro. Me dirán que de alguna forma, al tratarse del corpus literario nada menos que de Borges, se llegarán a acuerdos para ello. No quiero quitarle la ilusión a tantos bien intencionados, pero al no haber jurídicamente una voluntad de la portadora de los derechos de autor, y heredera universal del escritor, su herencia queda en este momento sometida a cualquier circunstancia.
El abogado de Kodama inició el proceso de declararla “intestada”, lo que implicaba que en diez años podrían pasar -derechos de autor, bienes- al estado. Pero han aparecido cinco sobrinos, que no la trataban ni se vinculaban con ella, que poco tienen que ver con el mundo literario y cultural, lo que complica el panorama y genera pesimismo en relación a lo que puede pasar.
El tiempo dirá. Quien escribe, por supuesto, lector constante de Borges en sus diferentes avatares (como poeta, narrador, ensayista, peculiar pensador), hace votos para que se encuentren caminos para preservar uno de los mayores legados de la literatura latinoamericana.
GUALBERTO PÉREZ BARBAGELATA