Aparecen de pronto, vestidos de blanco, altísimos, con sus aspas girando lentamente. Modernos molinos en el campo. Molinos de viento. Fueron creados para proporcionar energía limpia.
Estos gigantes diseminados por el campo parecen surgir de otro tiempo, de una película futurista. Quijotes modernos, que vienen desde lejos.
En su entorno pasta el ganado ignorándolos y por supuesto a veces contrastan con alguna vivienda o caserío de hace tiempo.
Estos avances de la tecnología universal nos impresionan al punto de preguntarnos ¿qué vendrá después?
La capacidad del ser humano para crear lo que sea en el campo que sea es infinita. Sin embargo está visto que ni lo resuelve todo, ni todo está a su alcance. Basta con mirar como el mundo entero está sufriendo esta pandemia. O como todavía no se ha encontrado la cura total del cáncer y otras enfermedades para leer en el libro de los hechos que somos limitados, y eso sí, tenemos enormes contrastes. Mientras en algunos países avanzan las pruebas de vehículos eléctricos, millones de niños no tienen calzado.
Potencias ensayan el viaje hacia Marte y millones de seres humanos viajan a pie persiguiendo un lugar que los refugie de la miseria que significa vivir sin trabajo.
Pero sí, progresa la robotización a niveles impensables. Por cada máquina quedarán cientos, miles de brazos sin empleo.
El resultado de “progresar” de ese modo tendrá un costo incalculable.
¿Será imposible conciliar los avances de la civilización con la calidad de vida de la gente?
¿O caerá el mundo en la trampa del dinero, la fortuna, al costo que sea?
Lo de llegar a Marte o conquistar el espacio tendría sentido si en nuestro planeta la palabra miseria fuese cosa del pasado.
Crear una máquina conscientes de que traerá infelicidad y angustia, contradice leyes fundamentales del individuo.
Nada que ver con los molinos gigantes del campo.