Los seres humanos tenemos una tendencia perniciosa a hacer hincapié en el desorden, antes que en el orden, en lo negativo y no en lo positivo.
Lamentablemente el concepto de noticia tiene que ver prioritariamente con los hechos negativos que con aquellos que son positivos destacables para la comunidad.
De allí que no nos llame la atención que cuando se hable de la niñez se recurra inmediatamente a la temática de los denominados «niños en situación de calle» y particularmente se reduzca esta visión a aquellos que están en conflicto con la ley. Esto es, que han sido autores de determinadas faltas o hechos de mayor gravedad y cuya represión, no nos cabe la menor duda que se debe hacer en forma urgente y severa.
Pero limitada la visión a estos casos, obviamente que pronto surgen movimientos en el seno de la comunidad que piden sanciones más duras, rebaja de la edad para que sean imputables ante la ley.
Pocas veces somos capaces de hacer un «mea culpa». Detenernos a examinar el papel de sus padres. Esto es, de mirarnos frente al espejo para determinar si nosotros tenemos algo que ver en estos casos y en estas temáticas.
No dudamos que ese aspecto es uno de los que se deben atender con urgencia, pero esto no quiere decir que perdamos de vista las causas sociales que determinan que cada vez sea mayor el número de niños que aparecen o en situación de calle o en una situación similar, dentro de su hogar mismo, si es que se puede llamar hogar a algunos ámbitos familiares en estos casos.
El desamparo en que nacen estos niños -cuando logran nacer porque hoy día caminamos hacia la ley que permitirá el aborto – lleva a que difícilmente puedan escapar a este camino.
Hogares donde reina la violencia, el alcoholismo, las infidelidades y obviamente todo funciona mal o lisa y llanamente no funciona, en los que difícilmente el niño se pueda sentir amparado y cobijado.
Por eso también, cuando se plantea la temática, lo más fácil es apuntarles a ellos, es ver sólo la parte que más nos molesta. Ciertamente que hay menores infractores con una problemática especial que requieren de una atención especial, pero la reclusión debe ser la última medida, porque hay que tener claro, que de los establecimientos de rehabilitación hoy, en la situación en que se hallan, difícilmente puede salir alguien dispuesto a cambiar de vida y con posibilidades concretas de hacerlo y los medios que le ofrece la sociedad para ello.
Es cierto que difícilmente logremos recuperar a algunos de ellos, sencillamente porque ellos no tienen interés en ser recuperados.
Pero si no vemos que estos jóvenes son el producto de una situación social que nos involucra a todos, entonces estamos ciegos y jamás saldremos del problema.