Años que en la Liga Salteña de Fútbol, determinados aspectos reglamentarios fueron transgredidos, por ejemplo el relativo a campos de juegos. El disponer de escenario para jugar. Clubes que presentaron canchas de ocasión, guardando semejanza real a un potrerito de pocas pulgas. Clubes que presentaron canchas al margen del reglamento esencial. En definitiva, el paso de los años, fue exponiendo en cartelera un amplio abanico de distorsiones o de no cumplimiento de normas. O sea, la transgresión, parte misma de la realidad. La cosa viene de tiempo.
Por eso, ahora que se plantea toda la ardiente y quemante situación en torno a los jueces inscriptos, otra vez se transforma al reglamento en una cuestión de vida o muerte.
Saber si los registros en la Liga, admiten la base reglamentaria o caso contrario, se cuelan factores al margen de la ley.
Antes, para acceder a la Liga en condición de árbitro, se exigían constancias de buena conducta y laboral.
Ahora todo pareció al margen de complicaciones burocráticas, para quienes se internaron en el bosque de la Liga, donde algunos centinelas del reglamento no se han muerto todavía…
ESO DE LA APTITUD
O DE LA INEPTITUD
No podría discutirse la validez del reglamento como eje tan regulador como intransferible. Pero frente a casos como estos, árbitros de por medio, más allá de todos los dichos y entredichos, debiera regir una interrogante puntual: ¿los inscriptos, mayoritariamente, son aptos e ineptos para la función?. ¿Cuál es la credencial que los avala o la limitación que los condena?. Porque de eso se trata. El fútbol salteño no es un fútbol más. Se juega adentro y afuera de una cancha. Los intereses se mueven, se agitan, se bambolean, se verticalizan, se agrietan, pero están. Existen.
Y de años a este parte, la función del árbitro en Salto, no deja de ser una función especial.
Con presiones a veces impensadas.
A veces crueles.
A veces, hasta inhumanas.
Las inversiones de algunos clubes no es un tema menor y no en pocas ocasiones, justificar la desventura deportiva pasa por el andarivel de los jueces. Y los jueces saben que es así. Saben a que se exponen.
El jugador salteño, protestador por naturaleza, se sube al carro de esos mismos intereses. El verbo “reclamar” se asemeja a un cheque en blanco. Eso está claro. Demasiado claro.
Ese cheque termina lleno… por demolición….!.
POR SOBRE TODO, ES
LA HORA DEL COLEGIO
Más allá de Instructores. Más allá de neutrales. Más allá de delegados. Sin dudas que el tiempo presente, pasa a medir la gravitación que DEBIERA ALCANZAR el Colegio de Jueces de la Liga Salteña de Fútbol.
El Consejo Superior les habilitó una nómina. Pues bien, a la solución de hecho las tiene que plantear o rubricar el Colegio, PORQUE ESA ES SU RESPONSABILIDAD.
Deberá hurgar en antecedentes, plantear correctivos, apuntalar variables o fortalecer tendencias a nivel de los jueces, porque a esos efectos FUE DESIGNADO y no solamente para diseminar ternas en los campos de juego donde se juegue fútbol. Si ello fuese así, lo suyo pasaría por una misión casi administrativa, y vacía de contenido.
Si los hombres del Colegio SON CAPACES, son lo que DEBEN establecer claramente que jueces son aptos y quienes no lo son. Pero además, es un operativo a simplificar.
Si al tema jueces se lo transforma en un circo payasesco, EL FÚTBOL NO ARRANCA en el segundo domingo de abril. Se empantana frente a ese reglamento tantas veces ultrajado y herido por quienes hoy de repente se juegan a la tentativa de reivindicarlo.
Si nos agarrase ácremente un virus de exquisitez en materia reglamentarista…. sonamos.
Y sonamos en serio.
No precisamente como arpa vieja. Sino como simples o simplotes violadores del más estricto sentido común.
-ELEAZAR JOSE SILVA-