Será tal vez porque muchos de ellos ya están eximidos de ir a votar cada cinco años, más aún en un referéndum o plebiscito circunstancial… Será tal vez porque muchos de ellos ya no participan en «movidas» políticas, ni son capaces de armar una concentración masiva en una plaza, con tamboriles, ni una marcha por calle Uruguay…Claro, será porque ya no pueden hacer un paro que muestre al país la falta que hace su trabajo si un día falta… ¿Será por alguno de estos motivos?
¿Qué será, qué será?
¿Qué será, qué pasará?
…cantaba Pablo Estramín, el mismo Pablo que les dedicó otra canción (de la que extrajimos los versos del inicio de estas líneas) puramente a ellos, a los viejitos de este país. Porque evidentemente usted habrá advertido que estamos hablando de ellos, de nuestros adultos mayores, ancianos, cariñosamente viejitos, ahora también: población en edad de riesgo. Y es a ellos a los que aludimos con el título de esta nota, porque en verdad estamos convencidos que son los grandes estafados de este país.
Nuestros jubilados trabajaron toda una vida, aportaron dinero al Estado toda una vida, y a cambio, el mismo Estado les devuelve –al menos a un porcentaje altísimo de ellos-, unos pocos pesos mensuales que con suerte alcanzan para no pasar hambre. Ni más ni menos. Si usted paga durante treinta o cuarenta años, o los que fuese, con la condición que cuando le llegue el momento de dedicarse solo a descansar y tal vez disfrutar de los nietos, le será devuelto mensualmente ese dinero para que pueda vivir sin sobresaltos, y resulta que cuando ese momento llega lo someten a recibir una miserable limosna, ¿no es una estafa? Claro que se le podrá llamar de otra manera, u otras, claro que se podrá encontrar otras explicaciones, y argumentar que es legal, que el jubilado ya sabía que eso pasaría y bla bla bla…pero al fin y al cabo creemos que entra perfectamente en el concepto «Estafa», le guste a quien le guste y le duela a quien le duela. Las dos acepciones más aceptadas de la palabra «estafar», hablan, una de «Quitar a una persona dinero o algo de valor mediante engaño», y la otra de «Dar a una persona menos de lo que le corresponde de una cosa o cobrarle más de lo justo». Lamentablemente, por el lado que se lo mire, ambas se ajustarían a lo que venimos hablando.
Y en definitiva no creemos que haya un partido político –no queda otra opción en estos temas que hablar de política- que pueda sentirse ofendido. Hemos visto gobernar a todos, y a algunos incluso tanto por separado como juntos (entiéndase en coalición), y sin embargo, cambios reales no hubo. Hay quienes dicen «hemos avanzado»; pues, no me sirve la respuesta. Al jubilado que pasa hambre o que tiene que optar entre comprar comida o remedios para no morirse, o entre pagar la UTE o un análisis en un laboratorio privado porque Salud Pública lo tiene en ascuas, no lo conformamos con que «hemos avanzado» o «estamos avanzando», o con que «estamos trabajando en eso» o «hemos mejorado mucho». Sencillamente, porque se le va la vida.
Ese jubilado, cada cinco años, confió en un cambio, cambio que a veces era prometido por unos y otras veces por otros. Iban alternando, al menos para que la mentira también fuera compartida. Allí está la estafa. ¿Se acuerda cuando Astori les daba aumentos que equivalían a un quilo de carne? Lo mismo Arbeleche. ¿Y la cantidad de veces que se les prometió que cobrarían aguinaldo? En fin…Allí se los ve derritiéndose en cada diciembre en las puertas del banco, rogando por un crédito social. Un crédito cuyo monto le hará pasar mejor unos días, quizás los de las fiestas tradicionales, pero que rápido se esfumará y quedarán las cuotas, esas que mes a mes harán que su ya menguado ingreso sea aún menor, por lo que llegará otra vez fin de año sin que los números le cierren y entonces deba recurrir otra vez al bondadoso Estado para que otra vez, a través del mismo banco, vuelva a prestarle plata. Y no olvidemos que así le pagará, de por vida seguramente, al banco que pertenece al mismo Estado para el que aportó toda la vida mientras trabajó. Y así, ese jubilado o pensionista no saldrá nunca de su embromada situación, al contrario, seguirá pagando y pagando cuotas para no levantar cabeza nunca. Es decir, habrá que darle la razón al «Coco» Maciel, popular bolichero de Salto, que sostiene que «la gente paga para seguir siendo pobre».
Dicen que un ejemplo es una ventana que se abre para ver mejor –y entender mejor- algo que se está explicando. Un ejemplo suele liberarnos de tener que seguir explicando algo, entonces diré solamente este ejemplo: mi vecino Ramón trabajó cincuenta años, deslomándose en chacras, y además, como empleado de varios comercios (mandadero, atención de mostrador, etc.). Pero resulta que hoy, si no se pone al frente de la pequeña verdulería que instaló en su casa, no vive, no le alcanza para vivir. Y digo ponerse al frente de corrido de 7 a 21 horas. Sucede que su jubilación no llega a los 15.000 pesos, y el alquiler le cuesta 9.500 pesos, y entre UTE y OSE paga unos 3.500 pesos… ¿Se entiende?
A propósito de jubilaciones, hemos escuchado mucho por este tiempo a gente de la oposición quejarse de lo que gasta el país en la famosa Caja Militar. Y también de lo abultado que es lo que cobran, por ejemplo, ex Presidentes de la República. En ambos casos estamos de acuerdo con la molestia. Pero, una pregunta: en los quince años que gobernó el Frente Amplio, ¿por qué no modificó esas cosas? Hemos oído también, durante los quince años anteriores, cuestionar mucho a la entonces oposición que el Estado gastaba mucho en retribuciones a ex tupamaros, pues, ahora, que son gobierno, ¿las van a quitar? ¿Se animan a hacerlo?
Digamos finalmente que todo lo que hemos razonado sobre jubilaciones, bien se aplica también a pensiones. Jubilados y pensionistas son las grandes víctimas de nuestra sociedad. Antes hablábamos de que no tienen aguinaldo; recordemos que el aguinaldo junto al salario vacacional es lo que da cierto alivio a muchos trabajadores en cierto momento del año. Nada de eso tienen jubilados y pensionistas. Lo que sí tienen, y a veces de sobra, es gente que hasta los hace firmar sin explicarles bien qué firman, lo que sucede a menudo en locales de negocios financieros…. ¿se entiende? En este sentido también cabría preguntarse: ¿quién los protege?
Inocentemente uno se pregunta:
¿Tan incapaces somos, como sociedad, de organizarnos para que los aportes de toda una vida puedan realmente garantizar que se viva el fin de ella con dignidad?
¿En verdad, no hubo nunca gobierno alguno que pudiera organizar estas cuestiones?
¿O lo que está muy bien organizado es, conscientemente, una gran estafa?
Saque usted sus conclusiones.