La persona designada debe ser la idónea o preparada para el puesto y no el puesto para la persona esté o no preparada para la función que habrá de requerírsele.
Esta máxima que parece de Perogrullo es sin embargo la más violada en la administración pública y por lo tanto la causa de los mayores problemas. No vale la pena siquiera decir cómo se gesta, porque es bien sabido que todo aquel que milita políticamente hoy aspira a desempeñar un puesto público y si hay alguna forma de hacerlo permanente mejor.
De nada vale hoy tener una preparación previa, un estudio, un título, porque la prioridad será dada a quien milite políticamente en sus filas. Esto no es nuevo, siempre ha sido así y sólo las excepciones pueden decir que han entrado por concurso o sorteo, como la ley establece.
A poco de investigar cómo han ingresado los jerarcas de cada oficina o sector de la Administración Pública. Como quienes se yerguen hoy como líderes ya sea en su sindicato, o en cualquier otra repartición nos daremos cuenta cómo ha sido su ingreso y luego qué actitud ha tomado la persona según sea el color del gobierno de turno.
Es uno de los grandes males del sistema democrático que tenemos. Hay gente que tiene privilegios inconcebibles y ¿qué preparación o idoneidad tiene para la función que cumple? Salvo su función partidaria, su poder en la sociedad o el medio que supo agenciarse en épocas en que gobernaba su partido, no vemos otra.
Pero la “culpa” de que esto suceda, de que existan estas situaciones privilegiadas no es sólo de ellos sino de dirigentes políticos corruptos, del sistema que tenemos y en definitiva de nosotros mismo los votante que en buen porcentaje seguimos aspirando a alguna “migaja” y en el sueldo que cobraremos.
Mientras la situación no cambie, seguiremos en la misma. Los verdaderos problemas, aquellos que requieren soluciones urgentes, no serán considerados y si lo son el enfoque será deficiente porque la mira estará puesta siempre en las próximas elecciones.
Se puede cumplir con las dos cosas, vale decir con la necesidad de trabajo de la gente y con el aporte que corresponde, sólo cumpliendo debidamente con la función que se nos ha encomendado.
Quizás lo que estamos planteando es una utopía, pero para nosotros se llama justicia social. No hay que ser muy preparado para saber analizar las cosas. Pera saber que la mayor tajada de la torta en este país se la llevan unos pocos comensales, con más “labia”, más “vivos” o mejor resguardados por esta democracia corrupta que tenemos.
A.R.D.