Veinte años de silencio. El fútbol de América postergado a nivel de los Mundiales, hasta que Argentina sacó la cara por el continente y tras memorables 120 minutos y la ejecución de tiros penales, el inundado grito de Campeón Mundial, naciendo en las entrañas del Río de la Plata.

Soñada final que lo conjugó todo, desde el 2 a 0 de Argentina, hasta el 2 a 2 en la recta final. El 3 a 2 albiceleste y el empate galo. Dos de Messi y uno de Ángel De María. Cuando Francia parecía sometido en el reino de su propia impotencia, Mbappe reflotó como el que más, se puso el equipo al hombro, alcanzó 8 goles en el campeonato y en la serie de penales, uno más.
Monstruoso lo de Messi y Mbappe, la energía creadora de Argentina con un primer tiempo brillante y cuando manejaba el segundo tiempo, con su autoridad a cuestas, Francia construyó el milagro de recuperar su verticalidad, ya sin Griezmann y Giroud.
El alargue finalizaba, «Dibu» Martínez evitó una situación poco creíble, cuando Francia entonaba el cuarto gol de su garganta. La reacción del arquero adquirió un valor esencial, hasta que llegaría la hora de los penales y Argentina consumó los cuatro goles y Francia malogró dos.
Es verdad que la «Messi-argentinidad» fue explosiva y tiene categoría mundial. A los 35 años, el cerebral rosalino alcanzó el sueño más soñado. Ser Campeón Mundial es cosa de elegidos y Messi lo es. Mientras Argentina levantó la bandera americanista. Su justicia campeona fue real.
Mientras que en todos, quedará la imagen de una final para la galería de lo inolvidable.
Todo fue épico. Todo. Embrujo del fútbol. Lo sigue teniendo. ¡Bienaventurado pues!.