Quienes tenemos ya varias décadas encima, no podemos olvidar aún el Uruguay de algunos años atrás en referencia al tema que nos ocupa hoy.
Nos viene a la mente inmediatamente los coches de ONDA, en los que se viajaba desde nuestra ciudad a muchos puntos del país y la imagen que tenemos, sobre todo de las idas hacia el Norte, Bella Unión y Artigas, es de la humareda que se formaba en el interior del coche.
Después vino una norma interna que prohibió fumar dentro del coche y con el actual gobierno la prohibición se extendió a todos los ámbitos cerrados.
Fuentes médicas indican que Uruguay ha pasado en esta materia de ostentar uno de los primeros lugares de tabaquismo “per cápita” en Latinoamérica, con una de cada tres personas fumadoras, a una posición muy respetable de uno cada cuatro.
Pero lo que más nos distingue como nación en este sentido, es que Uruguay fue por lo menos uno de los primeros países latinoamericanos en prohibir el cigarrillo en los ámbitos cerrados, públicos o privados.
Por ejemplo, también años atrás era casi impensable concurrir a un restaurant y no encontrarse con alguien fumando en la mesa.
Hoy sería muy raro hallar a alguien fumando, porque de acuerdo a las normas, además quien arriesga una dura sanción, ante una eventual denuncia por este motivo, es precisamente el responsable del restaurant.
Pero todavía existe un aspecto preocupante. Es la incidencia del tabaquismo en las mujeres. Las mismas estadísticas señalan que el número de mujeres que fuman actualmente es igual, si no superior al de años atrás, cuando se pusieron en vigencia las medidas restrictivas y el cáncer de pulmón amenaza con desplazar del primer lugar entre las causas de muerte en las mujeres, a otros tipos de cáncer, como el de útero, el de mama, en cuyo combate se han logrado grandes avances.
Resulta altamente preocupante la lectura de la incidencia económica del consumo de tabaco, según el nivel económico de los hogares. En los hogares de clase alta o buenos ingresos económicos, el gasto en tabaco es un porcentaje muy bajo de los ingresos. En cambio en los hogares de bajos ingresos, llega a ser hasta el 10 por ciento de los ingresos.
Esto deriva e incide en referencia a otras enfermedades y dolencias de la salud. El mayor número de niños que llegan a los hospitales con desnutrición, son hijos de madres fumadoras y los hijos de madres y padres fumadores tienen mayores posibilidades de contraer también este vicio.
En suma, significa que el enemigo no ha sido vencido, apenas si ha retrocedido en algún sector de la población, pero en todos por lo tanto, es imprescindible seguir atacándolo.
Por la salud de todos y también por los bolsillos de todos, sería importante demostrar que podemos hacerlo.