El Ministro del Interior llamó telefónicamente al periodista Gabriel Pereyra para decirle que se quedara tranquilo que había consultado al Director Nacional de Investigaciones y éste le había confirmado que no había investigación alguna sobre él.
Realmente insólito. Es algo así como ir a preguntarle a un ladrón si es el autor del robo… Nos hace acordar también algunas veces que pudimos cubrir la información de las visitas de cárceles realizadas por algún integrante de la Suprema Corte de Justicia, que venía a tomar conocimiento de las causas y sus protagonistas directos.
Difícilmente alguno de los reclusos reconocía haber delinquido y aceptaba la pena impuesta, porque todos se consideraban “inocentes”, por más pruebas que hubiera en su contra. La actitud del Ministro se nos ocurre similar a estos casos.
La cuestión es saber hasta dónde se quiere llegar. Es obvio que si preguntamos al zorro si acecha a las gallinas, nos va a decir que no… Pero hay que ser muy tonto para creerse estas versiones.
Si algo hemos aprendido en nuestros años al lado de periodistas veteranos es precisamente a no tomar por cierta la versión de algunos de los intereses que concurren en un hecho o una situación, por la sencilla razón que a veces es imposible conocer toda la verdad.
Si algo aprendimos es a no hacernos eco de la versión de alguno de los “voceros”, en definitiva designados por una fuente, sino de hurgar y chequear todas las versiones para aproximarnos lo más posible a la verdad.
Nos explicamos, ¿Qué esperaba el Ministro que le dijera el Director de Investigaciones? Más diremos en el entorno del Presidente de la República hay un cuerpo de guardaespaldas que fue formado a gusto y de acuerdo a los lineamientos del ex Jefe de Guardaespaldas, delincuente procesado actualmente.
Esta es la realidad. En muchas ocasiones se nos ha acusado de ser desconfiados, de sospechar gratuitamente, cosa que admitimos. En una palabra, el periodista (entendemos que no hay periodismo sin investigación), está formado para desconfiar, para sospechar, para tratar de rascar y profundizar en los temas hasta aproximarse lo más que se pueda a la verdad.
De allí que cuando no se conocen todas las versiones es importante identificarlas frente al lector, porque la sola identificación de una fuente puede decir mucho más de lo que se cree.
Mientras sigamos con los ojos en la nuca. Mientras sigamos averiguando, consultando, o “levantando centros para que el entrevistado cabecee”, no esperemos cambios.
Por lo pronto dejemos claro que tontos no somos…
A.R.D.