El pasado lunes 25 del corriente Uruguay conmemoró el Día de Lucha contra la violencia de género. Ese mismo día hubo un nuevo hecho de este flagelo que azota al país. Un hombre en las inmediaciones de Montevideo asesinó a su joven esposa de dos disparos en la cabeza, al lado del cuarto donde dormía el niño de ambos de pocos años y luego se suicidó. Un caso espeluznante, como han sido la mayoría de ellos.
Es quizás una de las situaciones más preocupantes de nuestro país. No pasan más que días para que se registren hechos similares. Es curiosa la situación porque nuestro país demuestra tener una alta concientización en muchos aspectos. Sin embargo los casos de machismo, en los cuales los hombres se sienten “dueños” de las mujeres, se multiplican y el avance de esta situación nos ha hecho encender todas las luces de alarma, debido a que está muy lejos todavía la erradicación de estos hechos.
La situación sigue en auge y las normas y medidas adoptadas con el propósito de hacer frente a estos casos no parecen dar los resultados buscados, pero no por eso debemos bajar los brazos, seguiremos adelante porque podremos fatigarnos, pero jamás claudicar.
Es difícil de entender por qué se registran estos casos, en los que se conculca la libertad de la persona. Es difícil de entender por qué tan tremendas decisiones. Las víctimas seguramente han sufrido mucho y es probable que las decisiones que comunican generalmente antes de estos hechos tan aberrantes seguramente que le fueron muy difícil de adoptar.
La denominada violencia doméstica es uno de los flagelos que más nos preocupan. El machismo no es propio de nuestros días, sino todo lo contrario. Más que violencia en nuestros días, el signo de nuestra era debería de ser el amor, el respeto, el entendimiento y no la violencia.
La lucha de las mujeres de negro y de otras instituciones que acompañan estas manifestaciones permite tener siempre presente a estas mujeres que han sido asesinadas por reivindicar sus derechos de sentirse libres, de sentirse personas, de sentirse respetadas y de decidir sobre su vida.
La cuestión es poner en la consideración pública el tema y mantenerlo siempre vigente, porque mientras no logremos erradicar estos hechos seguiremos insistiendo como corresponde porque es una verdadera afrenta a la dignidad de la persona.
A.R.D.