Ciertas veces en que trocaba las siestas por el paseo en el Parque Solari, caminando entre los árboles del Parque del Descubrimiento diseñado por el paisajista Leandro Silva Delgado, lo encontré.
Yo me sentaba sobre el muro de piedra, veía a los atletas correr, a las damas caminar, charlar y a los estudiantes alborotar, reír, gritar, escuchar música, sin faltar los enamorados, mimetizados entre los arbustos.

Eran momentos de soltar pensamientos, de mirar sin ver, o de ver sin mirar, ya que uno parecía entrar en otra dimensión y el aire perfumado, a veces con tintes de hierbas, a veces con esencias de flores o de esas abundantes naranjas que son agrias, pero de un dulce olor, me llevaba por paisajes ignotos, embriagado como con vino añejo.
Volviendo de uno de esos viajes mentales, lo encontré sentado a cierta distancia de mi, me pareció una replica de Jimmy Hendrix, mas gordo y sin guitarra a su lado.
Nos saludamos, y por su pose y manera de apoyar su barbilla sobre el pulgar de su mano izquierda, supuse que era un hombre de pensamientos, docente quizás.
No me equivoqué, a poco de comenzar hablar me lo comentó que era profesor de filosofía, con algunas horas menos, de futuro, pero disfrutando de su hora puente, para cargar las pilas.
A, lo que le respondí que era un escriba jubilado, pero, no desactivado.
Las charlas se hicieron más frecuentes, y confieso que no fue un sacrificio dejar las siestas y caminar rumbo al Parque para charlar con el profe.
No conozco a ningún docente que no se queje y que no hable de sus alumnos, no importa el orden, y en eso transcurrían nuestras charlas, regadas por el deporte, futbol, por la política, por los números de la quiniela y de las contradicciones de las sociedades modernas.
En medio de una charla en la que me explicaba que el año que viene iba a tener algunas horas menos, por la reforma, pasó un grupo de mujeres, muy dicharacheras, con esas risitas picaras, uno intuía que venían tratando temas referidos al otro sexo, o sea al nuestro.
Fue cuando le dije: “Me gustaría ser invisible para caminar al lado y escuchar de lo que van hablando”. Hizo una mueca, me miró, pero antes que hablar, le dije, “también me gustaría escuchar lo que hablan esos gurises o los que van corriendo. Digo, por curiosidad, por chusma, no porque me interese mucho el tema, simplemente poder hacerlo”.
Eso es un gesto de poder mi amigo, de corrupción, y de abuso ante desprevenidos transeúntes.- Me dijo.
No profe, cosa de viejo, de tipo que quiere hacer algo que no puede, pero es una simple manifestación de deseo, nada más, no soy tan pervertido, no se crea.
No, ya lo sé, pero me trae a la mente el famoso cuento del Anillo de Giges que está en un libro de Platón, La República II. Viene a mi mente una reflexión: ¿qué pasaría si todos tuviéramos por unas horas el anillo de Giges?.
No sé, no lo conozco, es de plata, de oro de 18 kilates, de compromiso, de casamiento?.- Respondí a media voz, refugiándome en mi ignorancia.
El profe no me perdonó y arrancó como si estuviera frente a sus alumnos, y me iluminó las oscuras paredes de mi desconocimiento:
“Cuenta la leyenda que un pastor llamado Giges tras una tormenta y un terremoto, encontró en el fondo de un abismo, en lo más profundo, un caballo de bronce con un cuerpo sin vida, el cual tenía un anillo de oro, y por su belleza decidió tomarlo, sin imaginar lo mágico que podría resultarle. Al darle la vuelta, el anillo le daba el poder de ser invisible. No tardó mucho en descubrir la magia del anillo, y lo utilizó para seducir a las más bellas mujeres, entre ellas la reina, y en su intento por apoderarse del reino la convenció de matar al Rey”.
No era ningún quedado el Giges ese.- Le dije.-, de una se transformó en mujeriego, y apuntó alto, apunto a la reina. Bastante rápido el muchacho…
Si, y se transformó en rey de Lidia, cumplió su objetivo, pero le digo más: “Esta leyenda, nos ejemplifica el hecho de que el ser humano no es injusto desde su nacimiento, como se piensa, pero que, basta que nadie lo observe, esto es, se haga “invisible” para supuestamente corromperse, en virtud de que no lo hace si se encuentra ante la mirada expectante de la sociedad, por el miedo al reproche de la misma”.
Las cosas que se podrían hacer, verdad profe?, de las buenas y de las otras, pero, claro, yo no me animaría ni a mirar ni a la vecina por la ventana, por decirle algo, pero estoy seguro que muchos harían eso y mucho más con la ciudad entera.
Por eso al principio le hablaba de corrupción, porque este tipo de poder, es corrupto, y cuando uno más lo alienta, más corrupto se transforma”.
“Glaucón (hermano de Platón) hace referencia a esta leyenda para ejemplificar su teoría de que todas las personas por naturaleza son injustas. Sólo son justas por miedo al castigo de la ley o por obtener algún beneficio por ese buen comportamiento. Si fuéramos «invisibles» a la ley como Giges con el anillo, seríamos injustos por nuestra naturaleza”.
MIRÁ SI GIGES ME PRESTA EL ANILLO
El profe se fue, se le terminó su hora puente, pero me dejó a Giges, y yo miraba de reojo su anillo. Y uno a veces tiene esos malos pensamientos, esos que se quieren volar apenas uno se descuida.
Fue entonces que me puse a pensar en cosas, y pegué un par de carcajadas, sólo de seguir mis ocurrencias y me levanté, solté a mi imaginación, encerrada en mi cordura, me puse el anillo de Giges y como dijo el Puma: “Agarrensen” de las manos”, “Guarda que vengo yo”, “árbol abajo”.
Estoy en el escritorio de Bielsa, el rosarino salió a caminar o fue al baño, no sé, pero yo me puse a revisar sus apuntes y a los que va a citar en octubre. Tengo más datos que todos los periodistas deportivos del país. Sentí un cascozo en la cucusa, y al Giges que me dice: “Se mira y no se cuenta”. Ya que andaba en la vuelta fui a ver al del Guti, para saber que milagro hace para que Nacional pueda volver a ser Nacional. Me fui a la oficina de Ruglio, y mejor no cuento. Por el Pit Cnt, me arrimé a la ventana, porque estaba discutida la cosa. Lo mismo los empresarios, por el Parlamento, y aprovechando que el Presidente está de viaje y que Beatriz Argimón tiene una serie de actos protocolares, me metí para ver algunas cosas que unos dicen que son, otros que no saben y otros que no son como se cuentan. Me hice una panzada.
Me vine conforme, le devolví el anillo a Giges, me fui para mi casa.
Gracias Giges!
De nada. Cuando quieras te lo vuelvo a prestar.
Dale, y si, y seguro que me hago invisible y lo escucho a Carlitos (Albisu), si se va del todo o si en un tiempo vuelve. Me interno para ver quien le arma los libretos a Lima, ver que dice Germán que esta como Bernardo el de El Zorro, si Cabildo Abierto junta o no las firmas, y ya que todos cruzan, me voy a la Argentina para saber como sale Milei, y sobre todo, ayudar a Cavani a encontrar el gol en Boca, que se ve que los dejó en alguna valija cuando llegó a Ezeiza…
CAMACA