Por Dr. Adrián Báez
Estimados lectores. Un año más, se recuerda el fallecimiento de Líber Arce, Susana Pintos, Hugo de los Santos y a tantos estudiantes que en la década del 60 luchaban por sus ideales, se comulguen o no con ellos, pero legítimos al fin.
Año a año, los estudiantes uruguayos, tanto de secundaria como de la universidad, realizan en todo el país, justos homenajes a estos jóvenes, que en tiempos difíciles y duros, no temieron enfrentarse a un Estado que reprimía (la discusión de la conveniencia o no de dicha represión es un tema a discutir, valga la redundancia), convencidos de que su lucha era una forma de “salvar” a su patria, con un valor admirable y digno de honesto respeto.
Nos alegra – pues fuimos militantes universitarios en nuestra época de estudiantes y sabemos lo que significa vibrar con los ideales con los que nos sentimos representados-, que la juventud recuerde a quienes de una forma u otra marcaron el camino de los deberes cívicos, en el entendido de que la única manera de lograr el progreso de una nación, es el compromiso de sus jóvenes, a quienes les está encargado la construcción del porvenir, al decir de Don José Batlle y Ordóñez.
Ahora bien. Recordar y tomar como guía a una o a varias personas que tuvieron el altruismo, poco común, de dar su vida por un ideal, significa honrarlos con el ejemplo, y actuar en consecuencia.
No vivimos los movidos años sesenta, pues somos de los años 80; pero imagino, intuyo, y me baso, en lo que la generación a la que sí le tocó pasar por dichos años turbulentos, muchas veces contaron: que luchaban por la libertad.
Precisamente, esa libertad que aquellos jóvenes reclamaban y por la que estaban dispuestos a todo, es la misma libertad que en el día de hoy el pueblo hermano de Venezuela reclama; la libertad que se les está negando a estudiantes que, como ellos (los recordados), anhelaban y pedían a gritos, por más que las circunstancias sean diferentes, lo que también es tema de vasta discusión.
Deseamos profundamente que, los muchachos que en el día de hoy alzarán sus voces y sus banderas –no importando el color partidario de las mismas-, enalteciendo las virtudes de nuestros muertos, pues son de todo el Uruguay y no de tal o cual divisa, recuerden también a los hermanos caribeños que están siendo detenidos, torturados, secuestrados, fusilados y vejados, por un régimen despótico y brutal.
Sería una verdadera pena que, dogmatizados por un argumento político-partidario vetusto y perimido, una instancia de homenaje y retrospección, se transforme -al no reconocer de una buena vez las penurias por la que está pasando Venezuela-, en una vil movilización cómplice, del ser más denigrante, despreciable y ruin, como lo es el actual Presidente de facto, ilegítimo y asesino, Nicolás Maduro.
Dios quiera que en la próxima columna -honestidad intelectual mediante-, debamos reconocer que nuestros temores, que son también de muchos, fueron tan sólo eso, y que la juventud que se movilizará por nuestros Mártires Estudiantiles, es consciente que, hoy más que nunca, su solidaridad con los de antaño, debe ser extendida a los del presente, y que la libertad es una sola, sea para ser usufructuada por los que piensan como uno, o sea también, con más razón, para los que piensan diferente.
Dios quiera que, en la próxima columna, no debamos afirmar la pregunta que nos surge hoy: día de los Mártires Estudiantiles: ¿sentimiento o propaganda?