En apenas una semana, el grupo teatral salteño Le Varieté presentó nada menos que cinco veces la obra «La servidumbre», escrita por el dramaturgo contemporáneo Daniel Salomone. El jueves 3 fue una presentación con invitados especiales, a modo de ensayo general, donde periodistas de EL PUEBLO pudimos estar entre los asistentes. Sábado 5 y domingo 6 se realizaron funciones para el público en general, con capacidad colmada. Como si fuera poco, el jueves 10, otra vez se puso en escena y esta vez con dos funciones casi seguidas, a las 20 y 22 horas. En todos los casos el escenario fue el de la fonoplatea de la ex Radio Cultural (actual Centro Cultural Academias Previale).
«Es un espacio que nos viene muy bien, muy cálido, donde tenemos cercanía con el público y que cuenta con una muy adecuada capacidad, lo que nos permite hacer varias funciones», reflexionaba en diálogo con este diario el Arq. Jorge Menoni, director del elenco junto a Luis Miguel Sosa.
«La servidumbre» está pensada (y escrita) para dos actores solamente: una mujer de alta clase y su serviente. Sin embargo, Le Varieté logró una muy acertada adaptación que hace variar a los actores en las diferentes escenas. Actúan como el sirviente tanto Diego Bruno, como Germán Lagos y Néstor Hubert; en tanto la señora dueña de casa son alternativamente: Antonella Menoni, Carolina Lluberas e Inés Ferreira.

Es una comedia con la que el público se ríe de punta a punta. Pero detrás de la sencillez argumental (donde los personajes alternan realidad y delirio), hay un gran mensaje sobre un tema muy actual: el Alzhéimer, que se transforma casi en un personaje más que sobrevuela por el escenario.
Para desentrañar el mensaje, no hay simpleza, ni simplismo siquiera, y menos facilismos. Hay sí, elementos que el espectador debe razonar e interpretar. Hay elementos muy sugerentes que quedan resonando en la mente del público más allá de la hora de duración de la obra. Eso se llama esencia artística. Y Le Varieté lo sabe hacer muy bien. Felicitaciones, y que los éxitos continúen.