La muerte de un periodista, vale decir el asesinato de un periodista en México ya no es noticia. Esto es lo más lamentable. El hecho se ha vuelto tan frecuente que ya a nadie sorprende. México es desde hace bastante tiempo, junto con Colombia de los países más peligrosos para el ejercicio del periodismo. Las investigaciones de circuitos de corrupción, los que suelen recurrir a crímenes alevosos a medida que se van sintiendo acorralados, es una realidad muy vigente en estos países.
Lamentablemente el sicariato, hoy también presente en nuestro país, también nos ha llegado desde allí, porque existe la convicción que Uruguay recién comienza a vislumbrar la lucha contra esta delincuencia, instalada ya desde hace mucho tiempo en aquellas naciones.
La corrupción que suele estar en la base de los crímenes, involucra muchas veces a policías, militares, políticos, jueces y demás. Es que hoy se recurre a estos crímenes como forma de eliminar “competencias” por lo general legales y debidamente desarrolladas, pero también en ocasiones se trata de enfrentamientos por los “territorios” dominados por diferentes bandas de delincuentes.
Lo de México no es nuevo y López Obrador ha prometido una lucha frontal contra el delito. Es mas hasta el momento constituye una verdadera afrenta a cualquier democracia lo sucedido con casi 40 estudiantes que fueron asesinados y sus cuerpos “desaparecidos” sin que hasta el momento se sepa a ciencia cierta su paradero.
Esconder estos cuerpos del delito no es factible en ninguna democracia que se precie de serlo, donde sus autoridades obren con la debida transparencia y responsabilidad, pero en México todo es posible porque hasta la más “insospechable” de las autoridades puede estar involucrada voluntaria o involuntariamente porque también la extorsión y las presiones usando incluso a los familiares de sus víctimas suele llevarse a la práctica en estos lugares.
Tiempo atrás sosteníamos que estas situaciones no tienen salida si no cuentan con el involucramiento de la población y lamentablemente sigue siendo así. Aquello de que no es mi problema no rige en estas situaciones porque sólo se trata del involucramiento que estemos dispuestos a hacer con la búsqueda dela verdad esencia mismo del periodismo.
Cuando asumir el rol que corresponde al periodismo supone arriesgar la vida porque los sicarios y otros agentes de la muerte cuentan con “protección” en sus fechorías la democracia que tenemos será lastimosa y miserable porque mandará el delito y sus derivaciones.
Cuando un año atrás sostuvimos esto, mucha gente nos cuestionó. Es que no estamos ni con la visión un tanto “romántica” de que el hombre nace “sano” y la sociedad lo vuelve malo, ni tampoco con la versión de que no vale la pena intentar recuperar a determinadas personas.
Ni lo uno ni lo otro. Cada caso es diferente y hay tantos de unos como de otros, Por eso entendemos que las “recetas” que consideran a todos por igual no son buenas. Analizar las causas en cada caso es a nuestro juicio siempre imprescindible.
A.R.D.