La medida adoptada o proyectada al menos por el gobierno nacional de poner “filtros” al acceso a las redes sociales, e incluso el MSN desde las oficinas públicas, suena a primera vista como una arbitrariedad.
Sin embargo, se nos ocurre que en alguna medida, es lo mismo que sucede con el diario, el teléfono o la charla de amigos, incluso.
Si al llegar al trabajo un funcionario se detiene 5 minutos para leer los titulares del diario y la noticia más destacada, no está perdiendo el tiempo, sino invirtiendo en información y de alguna manera “ubicándose” en lo que sucede a su alrededor ese día.
Es algo que no sólo aconsejamos, sino que recomendamos a nuestros compañeros de tareas.
Sin embargo, si la lectura del diario llevara 15 minutos, para sentarse a degustar un café con los consabidos biscochitos, estamos ante un flagrante abuso.
Sucede lo mismo con el teléfono. Impedir que un funcionario reciba una llamada de su familia o de alguien de su entorno, nos parece arbitrario, salvo que éstas se produzcan permanentemente e insuman varios minutos cada vez que se producen.
Las charlas telefónicas “de café” durante el horario de trabajo, los comentarios, debates y demás, son evidentemente fuera de lugar y representan un abuso, sobre todo cuando la función de esa persona está comprendida en un servicio, en el cual probablemente haya personas esperando.
Los mensajes por celular o las llamadas mismo, si insumen más tiempo que el necesario, se transforman en un inconveniente, porque aún cuando no se deje de trabajar, nadie que haga dos cosas al mismo tiempo puede prestar la misma atención y la concentración necesaria a ambas.
Nadie puede dudar que las comunicaciones han significado un avance revolucionario, a punto tal que hoy vivimos la era de las comunicaciones. Sin embargo, como toda herramienta se pueden utilizar para sacarle el mejor provecho o se puede abusar de ellas, convirtiéndola en una dificultad, en lugar de una ventaja.
Esta es la cuestión central. La principal objeción que ha tenido en cuenta el gobierno para la medida mencionada, ha sido precisamente el tiempo que pierde el funcionario público uruguayo “inmerso” en las redes sociales.
Hay que considerar que además si es un funcionario fumador, se le debe facilitar, de tanto en tanto (no conocemos los límites de la disposición), un tiempo para que salga afuera a fumar.
En suma, la medida parece arbitraria, es antipática sin lugar a dudas, pero si miramos toda la película, en lugar de ver sólo la parte que nos afecta, seguramente entenderemos al menos porqué se adopta.