La fotografía está en Internet, muestra la llegada en escalera de las corredoras en cien metros planos. Fue tomada en agosto de 1936 en las Olimpíadas de Berlín, las mismas donde el negro Jesse Owens tiró abajo con cuatro medallas de oro la delirante ideología de la raza superior. El encuadre dejó fijo el momento en que Helen Stephens va inclinada hacia delante, con una pierna levantada, los brazos en ángulos, el cuello erguido, el pecho en busca de la cinta de llegada que atraviesa el primer plano. La sigue muy cerca Stella Walsh con dientes apretados, puños tensos, paso en alto. Más atrás, otras cuatro corredoras se afirman en los brazos y extienden largas zancadas que parecen de danza. El fondo está cubierto por las tribunas cargadas de público.
La diferencia entre las dos primeras competidoras fue de dos décimas de segundos: 11’5 y 11’7. La campeona Helen Stephens era estadounidense. Después de su triunfo, Hitler la invitó al palco (hay fotografías sobre ello) y, según afirma cierta crónica, de ahí intentó llevársela a la cama. Tal vez el Führer sabía muy bien lo que quería porque, más allá de los gustos y de los cambios que se operan en las pautas estéticas con el transcurso del tiempo, Helen Stephens tenía un aspecto muy poco femenino. Ello dio lugar a que luego de su triunfo algunos periodistas denunciaran que la campeona era un hombre. Hay quienes afirman que la intriga partió de la competidora que obtuvo el segundo lugar, la polaca Stella Walsh, medalla de oro en los cien metros de los Juegos de Nueva York en 1932.
Más allá de las conjeturas sobre el origen de la conjura, y en razón de que en esa época no se practicaban análisis de sexo a los atletas, la duda sobre la identidad sexual de Helen Stephens creció de tal forma en aquellas Olimpíadas que finalmente ella aceptó un examen ocular para demostrar que era mujer y que la medalla de oro le pertenecía.
Nadie quedó con dudas, menos aún Stella Walsh quien seguramente se sintió tocada por el episodio y manifestó el propósito de abandonar el atletismo. Sin embargo, poco tiempo después retomó los entrenamientos con entusiasmo y sostuvo una destacada trayectoria durante muchos años batiendo diecisiete récords mundiales en diversas disciplinas.
Había llegado a los Estados Unidos de Norteamérica con sus padres en las primeras décadas del novecientos. Se llamaba Stanislawa Walasiewicz y a poco de que la familia se estableció Cleveland, Ohio, su nombre se americanizó en Stella Walsh. En esa ciudad creció y se proyectó como deportista.
Ya en la adolescencia, como todos los atletas destacados, llamó la atención de los entrenadores y fue seleccionada para integrar los equipos de competición. A los diecinueve años conquistó el primer lugar en los campeonatos de EEUU en cien y doscientos metros planos y en salto largo. En 1930 superó los seis metros longitudinales en salto convirtiéndose en la primera mujer que lo lograba. Dos años después, representó a Polonia en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y obtuvo la medalla de oro en la carrera de cien metros planos con un tiempo de 11’9, la misma marca del récord anterior alcanzado por una velocista noruega.
Más tarde viajó a Polonia donde recibió diversas distinciones y el reconocimiento de un numeroso público que aguardó su llegada al puerto. Corrió en Varsovia, Poznan, Paris y batió nuevos récords, entre ellos el de los doscientos metros planos con 23 ‘6 que otra vez la elevó a la categoría de pionera ya que ninguna mujer había podido bajar los veinticuatro segundos.
Su vida transcurrió por las pistas de atletismo y los gimnasios. Obtuvo decenas de títulos en EEUU y a los cuarenta y cuatro años ganó el campeonato nacional de pentatlón. Vivió siempre en Cleveland, la ciudad que la había acogido cuando era niña.
Allí se casó con el boxeador Neil Olson, pero el matrimonio duró muy poco.
El 4 de diciembre de 1980 Stella Walsh fue de compras al supermercado y quedó entre los disparos cruzados de un asalto. No tuvo tiempo de correr, una bala le quitó la vida a los sesenta y nueve años. Si hubiera muerto de otra forma, nadie se enteraba de su secreto. Pero tuvieron que hacerle una autopsia y se descubrió que tenía genitales masculinos. Los periódicos calificaron el caso de hermafroditismo masculino y
recordaron el episodio en los Juegos de Berlín. El Comité Olímpico Mundial nunca revió los triunfos de Stella Walsh.