En alguna medida un diario se parece a una persona. Tiene un “espíritu” intangible que lo enmarca. Tiene que ver con los valores que predica, pero esencialmente con los valores que practica en el servicio que presta, que es el de informar con veracidad.
Como una persona, puede ser creíble o no. Sus lectores aguardan con interés qué es lo que el diario dice sobre los hechos y su contexto.
Puede ser una voz respetada, que incide en la comunidad o una versión más que pasa desapercibida.
No basta “proclamar” valores, sino vivirlos y el peor castigo de un medio de comunicación social es la intrascendencia.
Los valores esenciales de un diario son el compromiso, la responsabilidad y la honestidad en la búsqueda de la verdad.
El galardón a alcanzar es la credibilidad y el respeto de sus lectores en la función.
Lo más importante de esto, es que el único juez es el público, los lectores, la comunidad que integramos y a la que pretendemos servir. Su veredicto se conoce todos los días, porque tiene que ver con la aceptación o no por parte del lector que día a día decide la compra del diario.
Un mismo diario puede tener ediciones buenas interesantes y otras que no lo son tanto, pero si goza de la credibilidad de sus lectores, que depositan en él su confianza, tiene también su fidelidad y seguirá teniendo aceptación.
Y así como hay coterráneos de los que nos enorgullecemos y también hay de los otros. En materia de medios de comunicación es lo mismo. Hay quienes hablan con orgullo del diario que lee y hay quienes prefieren ignorar que su comunidad tiene dicho diario.
No creemos que la antigüedad genere autoridad, pero con un mínimo de sapiencia se aprende que en la vida periodística al llegar a edad madura también se debe ver más allá del ímpetu juvenil.
En este pasaje se reciben afectos, amistades, compañerismo. Algunos permanecen, otros se esfuman, pero no por el pasaje del tiempo, sino porque no estaban cimentadas sobre bases genuinas.
Sólo lo auténtico permanece y se vuelve más sólido.
El buen periodista no es el que escribe brillantemente, tampoco el que habla con palabras bonitas y bien hilvanadas, ni siquiera quien utiliza sabiamente la imagen para comunicar.
Estos son elementos importantes, pero hoy como ayer, la única herramienta imprescindible y convincente es el ejemplo. Es importante lo que escribamos, lo que digamos y cómo lo hagamos, pero mucho más es lo que demostremos, con nuestra actitud en la vida.
Humildad, sencillez, coherencia, honradez son factores esenciales, que no pueden faltar a la hora de informar, de opinar, de interpretar hechos y situaciones. Son los que se necesitan para marcar un rumbo respetable en la vida periodística.
Este es un desafío permanente, difícil de alcanzar, pero también muy reconfortante para quienes entendemos que la misión del periodismo no es diferente a muchas otras en la cadena de la comunicación humana.
La que no tiene dos caras, la que no muestra brecha entre lo que dice y lo que hace es la que “marca” un camino entre sus coterráneos. Ese es el desafío y aprenderlo puede llevar toda una vida.
En eso estamos.