Don Pedro Romero, respetado y apreciado vecino de barrio La Estrella, padre de destacados futbolistas de Salto, como Ricardo y Silvio Romero, entre otros, representó todo un símbolo del Salto de nuestros años de niño.
Era infaltable, con su carro en la parada de Lavalleja y Artigas. El caballo bien cuidado y su carro en muy buenas condiciones.
Este fue su medio de vida para criar a su numerosa prole. Que sepamos nunca tuvo un accidente, al menos de gravedad.
Pero el Salto de la década del sesenta ha desaparecido. Las paradas de carro – salvo alguna excepción muy puntual – hoy ya no existen. Tampoco sería imaginable una de ellas, con carros maniobrando en pleno centro.
No ignoramos que muchas veces – no todas – estos vehículos de tracción a sangre se utilizan como medio de vida, de ladrilleros y fleteros y por lo tanto eliminar su circulación sería una medida ya no antipática, sino injusta con familias de bajos recursos.
A menos que a quien justifique que es este su medio de vida, se le proporcionen los recursos para vivir de otra cosa.
Pero por antipático que resulte, hay que asumir que la circulación de los carros libremente en la ciudad, como se da en estos momentos, es inadmisible.
Es impensable la tragedia que pudo ocurrir el viernes a la tarde, cuando un caballo que se desbocó en las inmediaciones del hospital, emprendió una loca carrera por 18 de Julio, pasando la zona céntrica y siguiendo por Viera hacia la zona del cuartel.
No queremos pensar si sucede media hora más tarde, en plena salida de los niños de Escuela 3, pero alguien “puso la mano” para que no fuera así.
En estas circunstancias todos lo lamentaríamos, pondríamos el grito en el cielo, por la barbaridad de la circulación de los carros… porque por más que nos duela lo usual es lamentar y no prevenir que sucedan estos hechos.
Hoy, que sepamos la circulación es libre, a cualquier hora, por cualquier parte de la ciudad y cualquiera sean las condiciones del vehículo.
Es más, en alguna ocasión hemos visto que los conductores son menores de edad.
Debería de establecerse horas y lugares de circulación, porque en realidad para el número de carros y motos sobre todo, existente en la ciudad los accidentes con carros son pocos, pero por lo general resultan siempre graves.
Aunque es obvio que de nada valen las normas si luego no se las cumplen.
La Intendencia tiene la palabra.