La confirmación por parte de la Comisión de Carnaval de que este año el desfile tendrá una o dos cuadras de acceso restringido a quienes abonen una entrada para ocupar las sillas allí ubicadas, despierta cierta polémica.
En realidad es un capítulo más de un tema que lleva muchos años sin resolverse y que hace muchos años ha tenido diferentes intentos de enfoque sin que ninguno de ellos alcanzara el éxito.
En este camino recordamos el malogrado intento del «corsódromo», uno de los esfuerzos más notorios de la década del 90 probablemente.
En este sentido el carnaval salteño enfrenta una situación muy similar al turismo. Debe hallar la forma de definir qué turismo y también qué carnaval quiere.
El carnaval ha sido hasta hoy la fiesta popular por excelencia. De acceso gratuito e incluso de participación prácticamente libre.
En materia de turismo, el acceso a Termas del Daymán, es tan favorable que convierte a estas termas en un centro de turismo social, popular, más que en un centro de turismo de alto nivel.
En realidad esta es la cuestión.
El punto de partida debe ser precisamente qué es lo que queremos lograr. Hoy trasciende que la idea de hacer un carnaval en alguna medida privatizado, figura entre los planes desde hace bastante tiempo, nada más que no se ha encontrado la forma de «amalgamarlo» debidamente con la fiesta popular que esperan anualmente miles y miles de personas.
Por nuestra parte, lo hemos planteado en reiteradas ocasiones. Lo primero a definir debidamente, tras las consultas correspondientes e intentando reunir el mayor respaldo posible, es la forma de encarar por una parte, la fiesta popular y por otra, un carnaval privado, con acceso restringido, que incluso pueda convertirse en un atractivo turístico si es que se logra darle el nivel que requiere.
El carnaval popular debe ser a distintos días, probablemente en diferentes barrios – los que realmente lo justifiquen por su densidad poblacional – no todos los que aspiren a tener «carnaval en casa».
Debe ser gratuito y obviamente ajustado en materia de premios y recursos a las posibilidades locales.
En cambio para organizar un carnaval más ambicioso, hay que «pensar en grande», apuntar a atractivos regionales. Para iniciar este camino se requieren recursos muchos mayores a los que se usan actualmente, pero además es imprescindible manejarlo con un criterio de gran empresa, con la preparación que supone imprescindible para hacerlo.
Una cosa que honestamente no vemos factible es hacer las dos cosas al mismo tiempo, como se intentará este año, con parte del carnaval de acceso libre y un tramo de acceso restringido mediante pago de entrada.
¡Ojalá nos equivoquemos!.
Alberto Rodríguez Díaz