Ferro Carril 2 – Nacional 2
Podría suponerse que se trata de alguna tentación de romanticismo. O de alguna veta novelesca. Nada que ver…. pretende ser la síntesis de un partido de fútbol jugado por Ferro Carril y Nacional!. Porque se trata de establecer la razón de porqué ese empate, cuando Ferro fue reflejando en ese segundo tiempo, la primacía del que fue inclinando la cancha, hasta gobernar el trámite en lo táctico y en lo sicológico, hasta generar tres cuatro maniobras netas de gol. Y el pecado de Ferro, fue ese: el de no resolver.
A los 3′ del segundo tiempo, Caraballo definió limpito en el grito del gol y en los 17′ Robaina se fue expulsado. El segundo en Nacional, porque a los 9′ de la primera fracción, la roja a Héber Martínez (infracción primero y mano en la segunda).
Entonces, a la medida de Ferro. A pedir de boca de Ferro. Y la acumulación de situaciones. Hasta ese corazón de Nacional. Para conservar la vertical. Para no caerse. Para evitar la herida de muerte. El corazón de ese mismo Nacional. Hasta el empate que costó soñar. Hasta el empate que alcanzó. Hasta ese 2 a 2, cuando Leguizamo enseñó el camino de la locura…
¿QUÉ ES PRETENDER Y SOBRE QUÉ BASE?
Cuando antes de los 10 minutos, Nacional resigna una pieza vital como la de Héber Martínez, habría que ir suponiendo que Ferro «tenía los puntos del envido aún sin cantar». Y que después, hasta con un «tres de copa» estaba para matar en el truco!. Más o menos así.
Es que a los 12′, dispara el «Juanchi» Iriarte, para que la pelota concluya en Di Nápoli y se va rumbo al gol inexorable. El hincha de Ferro se jugó a la profecía: ganar frente a tanta mesa servida. Sobre todo, porque Nacional amaneció deshilachado, con fragmentaciones tácticas, sin sentido de unidad. Se nutrió de vez en cuando en alguna ilusión de evoluciones ofensivas, cuando la pelota le llegó a Fagúndez. El mismo zurdo del tiro libre en los 25′. El control de Ferro, el sentido de propiedad de la pelota y sobre todo, la energía más ofensiva. Una cuestión de apuesta. Sobre esa base Ferro. Sobre esa base.
DIGA…DE QUIÉN ES ROBAINA?
Por los 27′, el centro de Nicolás Fagúndez y el artiguense para mandar el testazo. Como para interrogarse en el fondo de Ferro: de quién es Robaina, cuando el zaguero escala y busca?. Qué quedó en claro?: el Ferro de la disposición para atacar y de la distracción para defender. El Nacional que bajó a Galliazzi, que desdobló a Torrens y que tentó limitarle terreno a Ferro, cuando el equipo de Ramón fue articulando la partida. Para Nacional, el lema de estrechar la cancha y convencerse: tirársela a Fagúndez, para que el zurdo trasmitiese el poder de gravitación que le cabe como anillo al dedo. Porque además, nunca renunciará a la amplitud del repertorio.
EL LATIDO DE UN CORAZÓN
Cuando Caraballo resuelve en el inicio del segundo tiempo. Cuando Robaina después del revoleo a Juan Viera, asiste a la conclusión del juez: roja sin más trámite. Casi la misma historia del primer tiempo.
El imperio de Ferro. A Nacional costándole. La búsqueda mayor de Ferro. Caraballo de chance y mal decide, el «Cunfi» Menoni por los 23′; después Caraballo y después el travesaño que le niega el gol a Rodrigo Quiroga. Y esa sensación de un Ferro más compacto, más macizo, a despecho mismo de la limitante para alcanzar la liberación del gol. Estaba para el 3 a 1. Estaba. Hasta que en los 32′, ya con Leguizamo en la cancha, la bolada para él en el tiro libre.
La mando bárbaro. Una sentencia de impacto. Más que nunca ese corazón de Nacional se convenció que valió la pena. Más que nunca Ferro le tiró la bronca a ese maldito pecado de no producir lo que el equipo buscó.
A Nacional acaso, se la va curtiendo la piel, pero no se endurece el latido. No entendió de justicia pro-Ferro. Se aferró a creer. Y creyó de pie.
–ELEAZAR JOSÉ SILVA-