La televisión nos ha traído en estos días una imagen que no podemos entender. Productores de leche en Europa están procediendo a tirar diariamente miles de litros de leche, como una original “protesta” a los gobiernos de aquel continente dado que reclaman mayores subsidios a su producción.
Es lamentable por donde se lo mire y propio de un mundo que tiene mucho de descabellado, pero más de crueles injusticias.
En primer lugar, ¿cómo tomarán los países africanos estas imágenes, cuando a su lado hay niños desnutridos, muriéndose de hambre y esta leche, que bien podría transformarse en leche en polvo, podría salvar a muchos de ellos?.
Pero también nos preguntamos, ¿no es que los países desarrollados “exigen” a los países en desarrollo que no se subsidien las producciones y en sanción a quienes lo hacen no les compran estos productos?.
No es secreto para nadie que el mundo desarrollado accede a un nivel de vida de mayor confort al nuestro precisamente subsidiando lo que no permite que otros subsidien.
Días atrás, en una nota publicada en el informe agropecuario de EL PUEBLO, un entrevistado hablaba del precio de exportación de los ovinos de la región.
Se destacó que Argentina y Paraguay estaban recibiendo el mejor precio por corderos especiales que se producen en la Patagonia y zona similar paraguaya, llegaba a 4 dólares por kilo (Uruguay no llega a los 2 dólares promedio).
A raíz del mismo, productores de ovinos de España, que se comunicaron vía e-mail pusieron el grito en el cielo “aquí si no nos aseguran por lo menos 7 dólares nos fundimos todos…”
Esta es la realidad.
Cuando los denominados “comodities” se producen en las mismas condiciones, los costos son similares, nada más que el mercado “manda” y la burocracia determina que en la medida que se lo deja “paga lo menos que puede”.
Este es uno de los grandes desafíos de todo sistema.
Es claro que muchas veces pueden forzarse los tiempos indebidamente, la cría intensiva de los animales bovinos, en cautiverio y con alimentos especiales, harinas de sangre y de hueso, permiten que el animal alcance en mucho menos tiempo un peso muy superior, pero las consecuencias sobre la salud humana han sido nefastas. Claro que esto no se dice.
Es hora de sincerarnos. Ni somos los sudamericanos tan tontos como para no saber producir debidamente, ni son los demás tan “iluminados” en la materia, logrando a veces por la misma producción o quizás de inferior calidad, si nos atenemos a algunos aspectos, precios muy superiores.
Pero no nos engañemos. Este camino no es auténtico, tarde o temprano quedará al descubierto y entonces tendrán serias dificultades o las están teniendo ya.
Uruguay tiene un solo camino en la materia: aferrarse a una producción natural, sobria, que dé garantías de lo que se hace y cómo se lo hace. Es lo mejor.